ANÁLISIS
Laporta, o perder sin consecuencias
Sònia Gelmà
Periodista
Perder tendrá consecuencias. Esta frase persigue a Laporta desde que se envalentonó allá por el mes de mayo. En aquel proyecto optimista, en que contaba con tener a Messi e incluso sondeaba a Neymar, no se admitía la derrota y menos aún las temporadas de transición. Luego, la realidad nos ha llevado a otro punto y aquella sentencia parece una broma de mal gusto cuando el repertorio de derrotas ya permite clasificaciones entre humillantes y dignas.
Hay quien sigue culpando a Koeman, quien señala a jugadores que tenían que ser el punto de partida de la regeneración -caso de Frenkie de Jong, Memphis o Ter Stegen- o quien piensa que los veteranos están frenando el avance del equipo.
El estropicio de Bartomeu
La triste realidad es que, tras el estropicio de Bartomeu al que no se ha puesto arreglo, a este Barça no le da para ganar un partido ante un equipo mínimamente grande. Y a juzgar por la reacción del Camp Nou, el sentimiento general es el de resignación.
Desde que lo sentenciaron, primero en verano y luego hace unas semanas, la credibilidad de Koeman es inexistente
También entre los que mandan. Tras el clásico, el secretario técnico nos confirmó lo que ya sabíamos: que el Barcelona ahora tiene menos jugadores con pegada. Como si fuera un analista externo que nos diagnostica los males. En eso, el Tata Martino era el mejor. Su único problema era que no sabía ponerle remedio.
Poco margen de maniobra
Pues eso mismo hizo Ramon Planes, un superviviente de la anterior etapa y, por lo tanto, también un actor implicado. No todo es culpa suya, imaginamos que en la misma medida en que no todo lo que ha acertado -casos de Pedri o Araujo- han sido solo mérito suyo.
Más allá del mercado invernal que pueda permitir ganar algo de talento, el único movimiento posible para mejorar la situación parece ser el del técnico. Desde que lo sentenciaron, primero en verano y luego hace unas semanas, la credibilidad de Koeman es inexistente. Por el bien del que elijan, cuando sea, la confianza en su relevo debería ser total, y de ser así resulta difícil saber qué están esperando. La tardanza en la decisión revela unas dudas poco halagüeñas.
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