APUNTE

El Barça hace miau

Koeman levanta su pulgar en la banda durante el clásico

Koeman levanta su pulgar en la banda durante el clásico / JORDI COTRINA

Albert Guasch

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Conviene empezar por lo esencial, por la vida. Qué guapo que es el fútbol, qué chulo que es un Barça-Madrid en un estadio casi lleno y festivo, encima en una tarde de sol. Dos años hacía que el Camp Nou y sus aledaños no se coloreaban de familias ataviadas de azulgrana practicando el ritual pagano de desfilar hacia las gradas, a compartir las sensaciones únicas que producen un clásico. Más de 86.000 personas recuperaron el pulso barcelonista, muy bajo tras las últimas asistencias y la participación desoladora en la Asamblea de Compromisarios.

El fin del silencio en el templo azulgrana no fue acompañado por un marcador feliz. El Barça de Koeman se exprimió al máximo y compitió todo lo que pudo ante un Madrid tan italiano como la pizza. Resguardarse y que corra Vinicius, que es joven y debe labrarse un prestigio: ese fue el plan no muy sofisticado de Ancelotti. El Barça, como se ha dicho, lo dio todo y no le alcanzó. En el Estadi no se escucharon reproches.

Inspira el equipo ahora mismo una resignación aceptada por todos, impropio de las exigencias a veces malsanas que han caracterizado siempre a la entidad. La cacareada transición comporta soportar de forma estoica que pese al esfuerzo los resultados sean como el de este domingo.

Sin zarpazos

Al Barça le ha costado doblegar a equipos menores, así que se temía lo peor ante el Madrid, de la estirpe de los grandes. Pero a diferencia de otros partidos, se plantó bien sobre el campo, por lo que no hay nada que censurar esta vez a Koeman, pese a los anormales que le hostigaron en su coche al salir del campo. Presionó bien y con orden, pero en el cara y cruz de las ocasiones, a uno le entró (Alaba) y al otro, pues no (Dest).

En ataque, tomando prestada la metáfora de Ancelotti, el Barça se asemejó más a un gato que a un león. Memphis, que lleva tatuado un enorme felino a la espalda, hace miau desde hace muchos partidos. Ya no ruge como al principio. Se ha desinflado el chico. Y a Ansu Fati le queda mucho camino por recorrer para aguantar el ‘10’ como piden las prisas ambientales.

Ambos, en cualquier caso, necesitan ayuda. En la segunda parte los azulgranas dieron la sensación de que podrían jugar durante un mes y no habrían dado un zarpazo que perforara la portería de Courtois. Unos gatitos. Apareció el tanto de Agüero cuando la función se daba por concluida.  

En este clásico de entreguerras, de transición, sin Messi ni Ramos, de reagrupamiento por ambos lados, a la espera de que crezcan los niños del Barça y aterrice Mbappé en verano en Valdebebas, el madridismo vive el presente con expectativas; el barcelonismo, en cambio, va con la bandera blanca. Nadie cuenta con celebrar muchas fiestas este curso. 

De los lesionados, Busquets dijo que espera con cierta ansia a Dembélé, el renqueante eterno, por lo que pueda proporcionar de desborde, lo cual denota hasta donde llega la impotencia de este Barça de maullidos.