La contrición de Otegi
¿Iba más allá de la sinceridad y pretendía, con compungimiento, algún tipo de beneficio político?
Josep Maria Fonalleras
Escritor
Josep Maria Fonalleras
Hace una semana, las palabras de Arnaldo Otegi fueron un ejemplo de arrepentimiento histórico, tan unilateral como la deposición de las armas por parte de ETA, hace diez años. ¿Era sincera una declaración tan sincera? ¿Iba más allá de la sinceridad y pretendía, con compungimiento, algún tipo de beneficio político? Hemos oído de todo, estos días, desde quien alababa la acción de EH Bildu y Sortu hasta los sectores que no veían sino una maniobra espuria que no condenaba el terrorismo. Y también otras opiniones, que reclamaban que el Estado asumiera, al igual que la izquierda abertzale, su inmensa parte de culpa en el dolor infligido. "Sentimos su dolor", decía Otegi, "y afirmamos que nunca se debería haber producido", y continuaba con conceptos como el alivio del sufrimiento y el compromiso para mitigar el recuerdo de la herida. Una "enmienda a la totalidad", como escribía Antoni Batista, que sabe bastante de las cosas que pasaron en Euskadi. O "un compromiso que a mí me sirve", como declaraba Rosa Lluch, la hija de Ernest, que ha vivido el proceso desde la exigencia de la necesaria asunción de la culpa. No ver contrición en este gesto - es decir, condena de un pasado ignominioso - es ceguera moral.
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