Izquierda tensa

Yolanda Díaz: Pedro Sánchez quiere y teme

Si el presidente quiere seguir gobernando más allá de 2023, no sería recomendable entrar con toda la caballería contra su flanco izquierdo

Yolanda Díaz, en el Congreso confederal de Comisiones Obreras

Yolanda Díaz, en el Congreso confederal de Comisiones Obreras / EFE / MARISCAL

Gemma Ubasart

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Pedro Sánchez comenzaba la semana valorando en los medios de comunicación el congreso del PSOE celebrado en València. Una cita apacible para el presidente, tras años de fuertes disputas internas, en la que reivindicó un giro socialdemócrata en España y Europa. Al ser preguntado por Yolanda Díaz, puso sobre la mesa una evidencia: el espacio a su izquierda no puede ir dividido a las próximas elecciones generales si las fuerzas progresistas quieren continuar comandando el país. Desde una perspectiva racional entendía que no podía hacer daño políticamente hablando a Díaz, sin ella no hay construcción posible de un espacio plural y amplio de la izquierda transformadora en el Estado.

Ahora bien, a medida que ha ido avanzando la semana parece que, a pesar de las argumentaciones cartesianas, el último CIS pesa como una losa para Sánchez y el PSOE. Este barómetro indica que a día de hoy Díaz es la segunda presidenciable más deseada por la ciudadanía del Estado (por delante del jefe de la oposición, Pablo Casado). Es más, la ministra de Trabajo es la preferida por el electorado de Podemos y confluencias, pero también por el del BNG, Més-Compromís, Teruel Existe, EHBildu, Más País, ERC y JxCat (en este orden). Con unos porcentajes de aceptación nada despreciables por parte del votante de PRC y del PSOE. Un 16,1% de los que en la anterior contienda votaron a Sánchez querrían a Díaz como presidenta.

Desde mi punto de vista, los movimientos de esta semana en el seno de la coalición gubernamental no son gratuitos. El hecho de querer imponer a Nadia Calviño en la tarea de derogar la reforma laboral, cuando es el negociado de Díaz y es un tema que hace meses se está ya trabajando en el marco de la negociación con sindicatos y patronal. O el seguidismo de Meritxell Batet a Manuel Marchena sobre el caso del acta de Alberto Rodríguez (como mínimo, y según las aportaciones de los letrados de la cámara y juristas de reconocido prestigio, había un importante margen de interpretación que permitía no tener que tomar una decisión con tanta celeridad).

Pedro Sánchez quiere y teme. El momento es delicado y, si quiere seguir gobernando más allá de 2023, no sería recomendable entrar con toda la caballería contra su flanco izquierdo.

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