Pros y contras

La colosal ocurrencia de Plensa en la ribera del Hudson

La estatua "El alma del agua" de Jaume Plensa instalada en New Jersey.

La estatua "El alma del agua" de Jaume Plensa instalada en New Jersey. / Idoya Noain

Josep Maria Fonalleras

Josep Maria Fonalleras

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Hay experiencias, en la vida, obras de arte, relaciones, amistades, películas o novelas, amores o conexiones, que en su momento te cautivaron y que, pasados los años, no solo contemplas como los restos de un naufragio, sino que incluso acabas detestando, con la misma intensidad que habías invertido en la maravilla y el cultivo de la pasión. Es el famoso ‘odi et amo’ de Catulo, pero no de manera simultánea, sino consecutiva. ¿Por qué ocurre esto? El poeta reconoce que no lo sabe, "pero siento que es así". Y se tortura. Quizá no haya que llegar a esos extremos. Simplemente pasa el tiempo y la fascinación desaparece.

Es lo que percibo con las gigantescas esculturas de Jaume Plensa. Allí donde veía un ejercicio delicado, una combinación magnífica de minimalismo y de ingeniería ambiciosa, ahora veo vacía grandilocuencia. Lo constato con esta Carlota que pide silencio a Nueva York (y al mundo) y que reclama atención al "alma del agua", que es el origen de todas las cosas. Será muy alabada y fotografiada y se integrará a la escenografía sentimental de la ciudad, pero a mí me parece una colosal ocurrencia sin alma. Creo que Ferrater tenía razón: "Nos varían los días y se nos mudan los sentidos".

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