Twitter

Zascas, coches, batidoras

Se viralizan con más rapidez las cosas contra, no sobre; los zascas, vaya

Twitter lanzará su servicio de audio para competir con Clubhouse en abril

Twitter lanzará su servicio de audio para competir con Clubhouse en abril / Archivo

José Luis Sastre

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El otro día hice una crónica sobre un partido político y sus contradicciones, que es lo que mejor aliña una crónica: la contradicción. Crónicas así, mejores o peores, hago a diario y nunca pensaba al hacerlas si iban a funcionar o no; tampoco tenía cómo medirlo ni sé lo que es funcionar en una crónica, porque no es una batidora ni un coche. Funcionar era, supongo, que se entendiese algo, lo que fuera. 

Al poco, aquella pieza empezó a cobrar su vida propia en Twitter y lo que era un relato sobre un partido político se volvió un relato contra un partido político, para solaz de los seguidores de los partidos rivales. Luego dejó de ser una crónica, que es de largo el género mejor del periodismo –por delante del reportaje y por supuesto de la entrevista, digan lo que digan– y pasó a otro estadio, que ni siquiera era el de vídeo modestamente viral (muy modestamente, que nadie piense en Ibai). Se convirtió en un zasca, que es un género aparte y una palabra comodín, lo mismo que ‘cosa’ o ‘tema’ o ‘vale’. Zasca se usa mucho, según he averiguado, porque logra ‘likes’ y ‘retuits’, y porque hablar en zascas cansa menos que andar combinando frases subordinadas.

Es muy difícil, o al menos yo no sé, prever lo que será viral y lo que no. Suele ocurrir que cuanto más inspirado piensas que estás menos éxito tienes, y al revés: el comentario que te sale sin querer obtiene una reacción inesperada. Eso lo traíamos aprendido de las discotecas. Sí he comprobado, sin embargo, cómo funcionan los zascas; sobre todo aquellos que esperan de ti en tu comunidad de seguidores, sea mucha o muy poca. Se viralizan con más rapidez las cosas contra, no sobre. Y este es el tema: que te arrastre la tentación de aumentar la cuenta de los ‘followers’. Porque eso era lo que se buscaba. ¿O a qué hemos venido al Twitter? ¿De qué, si no, compartimos historias en Facebook? Será por enriquecer el debate, claro, y por desdramatizarlo y por echar unas risas y porque si otros pueden porqué yo no. Pero será también por la repercusión. ¿O no? Tengo más preguntas que respuestas, empezando por mí mismo.

Resulta útil, ahora que todo lo miden y lo traducen en gráficas o en ‘excels’, detectar lo que funciona, en una lógica que lleva sin remedio a considerar las ideas como si fuesen, en efecto, batidoras o coches. Pero saberlo te permitirá al menos decidir si aceleras o frenas la velocidad a la que se propaga un tuit y dar a los demás –¿quiénes sois los demás y qué venís a buscar? – lo que crees que quieren que les des. El peligro, por tanto, es que en vez de que otros te lean como les dé la gana leerte, seas tú mismo el que escribas lo que ellos querían: y no harás entonces tuits sobre, sino contra. Zascas, vaya, con los que quizá se alimente el ego, o surja un negocio o un ‘troll’, al ritmo al que nos vamos metiendo en burbujas de autocomplacencia en las que cada vez se dice más pero se escucha menos. El riesgo en ese caso no es el Twitter, sino lo que quieras hacer con él. Con él y contigo. Vale.

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