BARRACA Y TANGANA

Lo bueno y lo bonito

En el fútbol tengo siempre activada la alerta frente a los futbolistas bonitos. No nos dejemos engañar por los truquitos: más futbolistas buenos y menos futbolistas bonitos

Tangana en un partido del Castellón.

Tangana en un partido del Castellón. / Gabriel Utiel / Mediterráneo

Enrique Ballester

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A veces utilizo una palabra que no sé exactamente qué significa, pero suena bonita. Primero la digo y después pienso lo que he dicho: algún día tendremos un disgusto, ya veréis qué risa. A veces elijo una palabra porque suena musical, sin más, porque se escucha bonita, y luego entiendo lo que significa de verdad y ajusto mi discurso en consecuencia a toda prisa. A veces escribo palabras que no sé qué implican, pero cierran la frase con una cadencia precisa. Después busco su verdadero significado y prefiero antes cambiar mi argumento que la palabra. Quitarlas me da lástima y en el fondo pienso que da un poco igual, porque no escribo sobre nada tan importante como para renunciar a una rima. No lo puedo evitar: menos palabras buenas y más palabras bonitas.

En el fútbol, en cambio, tengo siempre activada la alerta frente a los futbolistas bonitos. No nos dejemos engañar por el maquillaje y los truquitos: más futbolistas buenos y menos futbolistas bonitos.

La otra tarde mi equipo se quedó con diez jugadores y nos salvaron los buenos, como siempre, no los bonitos. El caso es que nos empataron enseguida y la inercia del partido invitaba claramente a la derrota. Entonces, al despejar una pelota cerca de la banda, el lateral recibió una falta. Fue una falta cualquiera, testimonial y limitada, pero se activó una función teatral histriónica. El futbolista se retorció en el césped dando mil vueltas, los suplentes se acercaron a increpar al presunto agresor y del banquillo salieron todos enloquecidos. 

Casi ofendido

Hubo empujones, aspavientos y gritos. Una bendita y canónica tangana. En la grada se dijo de todo, al rival y al árbitro. El segundo entrenador lideró el conflicto y fue expulsado tras un largo parón para zanjar el lío. Hubo quien se quejó por esa actitud chusquera, pero para mí fue lo más inteligente que vi en el partido. Hubo quien se quejó por el espectáculo malsano, pero lo que yo lamenté y lamento de veras es que no lo hicieran antes, cuando aún íbamos ganando. Porque el duelo volvió a virar en ese momento exagerado y confuso de dramita. Los rivales descarrilaron y mi equipo braceó hasta el final, recuperado el ánimo y salvada la ola mala, asegurando el empate sin apuro excesivo. 

Estuvo bien, pero igual no fue bonito; eso lo admito. También que antes he usado la palabra 'histriónica' sin saber muy bien qué significa, pero quedaba bonita.

A veces utilizas una palabra que en tu cerebro parece una cosa y en el de los demás, una distinta. Cuando éramos jóvenes, mi amigo Santi se hizo pinchadiscos. Eligió Sbastik como nombre artístico y cuando nos lo dijo pensamos que se había hecho nazi o algo por el estilo. Santi se mostró súper sorprendido, casi ofendido, porque ni se le había pasado por la mente esa relación sonora o lingüística, y para él Sbastik no tenía nada que ver con una esvástica, qué va, sino que derivaba de su propio nombre. "Santi, Santik, Esanti, Sbastik", decía. No convencía a nadie, pero zanjó el tema con un lacónico "no se puede cambiar porque ya han imprimido los carteles", así que Sbastik para siempre se quedó mi amigo. Yo pasé años sufriendo, madrugada tras madrugada, pensando que en cualquier momento aquello se nos llenaba de cabezas rapadas.

Lacónico suena bonito, pero tampoco sé muy bien qué significa. Estamos los ignorantes y están los listos, y luego los futbolistas-unicornio: los que son a la vez buenos y bonitos.

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