Urbanismo

Barcelona: modelo de ciudad

Que ahora sean unas señoras electas las que deciden sobre esta ciudad resulta chocante para algunos. Solo hay que darse un paseo por sus redes sociales y ver las deyecciones a volquete de que son objeto.

supermanzana sant antoni

supermanzana sant antoni / Álvaro Monge

Alejandro Giménez

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“No hay modelo de ciudad”. Barcelona naufraga en el océano de la inconsistencia porque “no hay modelo de ciudad”. Están destrozando Barcelona porque, canten conmigo, “no hay modelo de ciudad”. El profesor Ferran Lobo esbozaba en los 90 una idea sobre la música popular: los ritmos repetitivos y los mantras vocales son de origen militar y religioso. La letanía tiene por objeto aturdir, adocenar, anular la capacidad crítica y ofuscar el pensamiento divergente.

Leer ayuda. El MUHBA acaba de publicar 'Barcelona 1969-1979, els anys decisius del planejament de la metròpoli', de Joan Antoni Solans. El autor relata en 722 páginas la gestación del Plan General Metropolitano y su efecto en los primeros años de la democracia. El PGM es el instrumento por el que se rige la forma urbana. Es, para entendernos, el dibujo de la ley. Un dibujo, el de Solans, vigente 45 años después de su redacción. Vigente en sentido literal: todavía, hoy, legalmente vinculante. Una de las fortalezas del PGM del 76 radica en su sencillez y flexibilidad. Beth Galí, Josep Llinàs y Esteve Bonell apuran los límites del planeamiento en el Paral·lel, Vallcarca y la Rambla dels Estudis con tres ejercicios de arquitectura que mejoran el paisaje urbano y la sostenibilidad propia y adyacente. Esa flexibilidad original se ha atirantado en los juzgados. Hoy serían edificios legalmente comprometidos; el urbanismo ha perdido poder de decisión sobre la ciudad, en favor de otros oficios. Las memorias de Solans citan a más de 700 actores. Los últimos alcaldes franquistas cubren los papeles principales. También aparecen 42 actrices, en papeles de reparto. Signo de aquellos tiempos, no es por restar mérito al guionista, en paz descanse. Que ahora sean unas señoras electas las que deciden sobre esta ciudad resulta chocante para algunos. Solo hay que darse un paseo por sus redes sociales y ver las deyecciones a volquete de que son objeto.

Repasemos los modelos de ciudad de los alcaldes de Barcelona en democracia. Narcís Serra impulsa junto a Oriol Bohigas -proyectos, no planes- las primeras placitas, con criterios de oportunidad y equilibrio territorial: el mismo bordillo, la misma farola y la misma papelera en la plaça de la Mercè y en Nou Barris. Los cuatro mandatos de Pasqual Maragall consolidan esos espacios como plataformas de expresión de lo colectivo, desarrollan las áreas olímpicas hiladas por las rondas y, sobretodo, devuelven el mar a la ciudad. Con Joan Clos se transforma el Besòs, de alcantarilla a parque metropolitano. 22@ apuesta por la actividad y el conocimiento, pero en el Fòrum se equivoca: "No se puede entrar con bebidas. No, el bocadillo se lo come usted aquí o lo tira, caballero". Porteros y arquitecturas de discoteca, un modelo de espaldas a los barrios. Diagonal Mar resulta un fiasco.

A Jordi Hereu hay que reconocerle una inversión decidida en aceras, carril bici y transporte público. La cobertura de la Ronda del Mig es un proyecto de compromiso. La consulta de la Diagonal, otro fiasco. Xavier Trias, mal aconsejado en urbanismo, nos legó un Passeig de Gràcia carísimo, innecesario, a destiempo, un Paral·lel hostil y una valla de acero que da cobijo a banderas de paraísos fiscales en el Port Vell, sustrayendo el mar a la ciudadanía. ¿Es este el modelo que añoran algunos medios enardecidos por rabiosos y anónimos tuiteros?

Esta semana, la Tinència d’Ecologia, Urbanisme i Mobilitat ha publicado un mapa interactivo de las obras y proyectos correspondientes a los dos últimos mandatos. El mapa se parece sorprendentemente al que cierra el volumen de Solans, una recopilación de 199 proyectos, repartidos por toda la ciudad, con distintas formas, colores y dimensiones. Si el dibujo es un modelo, ¿qué modelo es? Los dos mapas recuerdan a una constelación. Tal vez a un archipiélago. O una pintura de Joan Miró. Quizás un no-modelo sea un modelo; Barcelona no es una maqueta ni un maniquí. Ni una supermodelo, que diría Alessandro Scarnatto. Qué rápido olvidamos que Modelo en Barcelona es nombre de cárcel. 

Con la edad hablamos cada vez menos de modelos, estrellas o artistas. Y cada vez más de comida. Estamos en plena Setmana Ciutadana de l’Alimentació Sostenible, un zafarrancho de actividades orquestadas por Virginia Angulo, Martín Garber y Álvaro Porro. Por eso, ante dos mapas separados por medio siglo sobre el mantel, el modelo de ciudad que vengo a proponerles es la paella. Si la ciudad es una paella, la vivienda es el arroz: sígannos para más recetas.

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