La nota

Tormentas sobre Calviño

El crecimiento de 2022 será inferior al previsto en los Presupuestos, lo que reducirá los ingresos del Estado y hará subir el déficit

La vicepresidenta Nadia Calviño, en la Comisión de Asuntos Económicos del Congreso de los Diputados.

La vicepresidenta Nadia Calviño, en la Comisión de Asuntos Económicos del Congreso de los Diputados. / Europa Press / Ricardo Rubio

Joan Tapia

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Nadia Calviño es ministra de Economía desde que Pedro Sánchez ganó la moción de censura en julio de 2018. Tras las segundas elecciones de 2019, en enero de 2020 fue nombrada también vicepresidenta tercera y tras la crisis de julio de este año pasó a ser vicepresidenta primera y ministra de Economía.

Calviño tiene mucha fuerza porque fue funcionaria de la UE desde 2006, y de 2014 a 2018 directora general de Presupuestos. Conoce muy bien Bruselas y su aval a un Gobierno de izquierdas con participación de Podemos era la garantía -también para la economía internacional- de que la política económica española no se apartaría del canon europeo. 

Pero dos graves tormentas se ciernen ahora sobre Calviño pese a que la economía -gracias a los ertes y a la financiación del BCE- no ha sucumbido a la crisis del coronavirus. La primera, los Presupuestos de 2022. Calviño presentó un cuadro macroeconómico -con crecimientos del 6,5% este año y del 7% el próximo- que iban a permitir sin demasiados problemas un fuerte incremento casi indoloro de los ingresos y de los gastos. Pero el rebote económico está siendo perturbado por la ruptura de las cadenas de aprovisionamiento y por el brutal aumento del precio del gas natural y de la electricidad. La coyuntura es volátil y el INE ya tuvo que revisar a la baja el aumento del PIB en el segundo trimestre, del 2,8% al 1,1%.

En este contexto lo correcto habría sido revisar a la baja el cuadro macroeconómico y presentar unos Presupuestos más ajustados. Pero Calviño, quizás porque unos Presupuestos menos festivos habrían creado problemas políticos a Sánchez, no lo ha hecho. Y se está quedando sola porque empeoran las previsiones para este año y -más relevante para los Presupuestos- también las de 2022. El año próximo se seguirá creciendo, pero menos de lo que dice Calviño. El FMI prevé un 6,4%, frente al 7% del Gobierno, mientras que los servicios de estudios de dos grandes bancos -Caixabank Research y BBVA Research- lo creen incluso inferior. CaixaBank Research lo deja en un 6,2%, y BBVA Research lo acaba de reducir esta semana al 5,5%.

Con un 5,5% de crecimiento, los ingresos del Estado serán bastante inferiores a los presupuestados y, como consecuencia, el déficit del Estado bajará menos de lo previsto, lo que no es nada conveniente. Menos aún, cuando el disparo de la inflación (ahora 4% en España y 3,4% en la zona euro) hace pensar que los tipos de interés no seguirán tan bajos durante demasiado tiempo.

Pero la pesadilla más inminente de Calviño es la promesa de derogar la reforma laboral. Ya se sabe que derogación total no habrá y que solo se quieren eliminar “aspectos lesivos de la reforma de Rajoy”. Pero los cambios en el mercado de trabajo deben ser aprobados este trimestre por la UE si España quiere seguir recibiendo los fondos de regeneración europeos. Y Bruselas ya ha dicho que la flexibilidad laboral es clave para impulsar el crecimiento y que la reforma de Rajoy creó empleo. 

Tal como lo plantea Yolanda Díaz es difícil que obtenga el acuerdo de los empresarios, que ya avisaron al no querer pactar el salario mínimo. Y un acuerdo Gobierno-sindicatos sin los empresarios pierde fuerza ante Bruselas y ante muchos países de la UE que analizarán con lupa las ayudas a los países del sur.

Calviño va a tener que decirle ya a Pedro Sánchez que ni él (congreso del PSOE), ni Yolanda Díaz, van a poder seguir prometiendo algo que saben que Bruselas es muy difícil que pueda aceptar. ¿Lo hará? ¿Qué arbitrará Sánchez?

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