Aniversario del fin de la violencia de ETA

El último reducto del franquismo

ETA era el único símbolo que le quedaba a la dictadura después de Franco. Disuelta la banda, carece de sentido que se siga poniendo en valor desde algunos ámbitos políticos

El líder Vox, Santiago Abascal, junto al dirigente ultra en Catalunya, Ignacio Garriga.

El líder Vox, Santiago Abascal, junto al dirigente ultra en Catalunya, Ignacio Garriga. / EFE/ Andreu Dalmau

Jorge Fauró

Jorge Fauró

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«ETA es el último símbolo del franquismo». La autoría de la frase se pierde en el tiempo, pero ya en los años del plomo, allá en los 80, el aserto se hizo viral sin necesidad de redes sociales. Se repetía en tertulias radiofónicas, artículos de fondo y programas de televisión, donde, desde múltiples argumentaciones, expertos especializados en la banda terrorista y el «problema vasco» razonaban -convincentes la mayoría- por qué la banda era a mediados de aquella década el último rescoldo de la dictadura. Superada la asonada golpista del 81, y con los militares controlados en sus cuarteles, en mitad del decenio habían desaparecido prácticamente las huellas que parecían indelebles en un país que comenzaba a superar el pasado y asentar, no ya la Transición, sino la democracia misma. Solo ETA perduraba.

Cuando acaban de cumplirse 10 años de la capitulación etarra y del fin de lo que los afines a la banda denominaban 'lucha armada', el franquismo parecía un periodo ya rebasado y por tanto reservado a los libros de Historia. Sin embargo, parece como si en España no acabáramos de acostumbrarnos a cerrar periodos oscuros en tránsito hacia otros que permitan la entrada de claridad en una nueva era. En el último año, desde la tribuna del Congreso hemos escuchado a quienes dicen renegar de la herencia franquista que el Gobierno de Pedro Sánchez era «el peor de los últimos 80 años», lo que equivale a incluir en la premisa que si tal cosa es cierta, los gobiernos de Sánchez no solo han sido los peores, sino que los gabinetes presididos por el dictador Francisco Franco eran incluso mejores. Ergo, parece que no solo con el fin de ETA quedó diluido el último elemento nostálgico de la dictadura.

El de Vox no ha sido el único caso en que se han puesto en valor épocas históricas que la sociedad y un amplísima parte de la clase política española dan ya por superadas. Dirán que no lo expresaron de esa manera, pero subrepticiamente todos entendimos el mensaje. O aquello de «hay que aniquilar a 26 millones», como se llegó a escribir en un chat de WhatsApp de militares retirados. «¡Preparados para el combate! ¡A por los rojos!», añadía otro en la misma conversación.

ETA germinó bajo prejuicios antifranquistas que carecían de todo sentido una vez asentada la Constitución, pero si no le gustan mis principios, tengo otros, y así continuó, entre goma 2, secuestros, extorsión y coches-bomba, sembrando el terror por toda la geografía española otros 40 años más.

Parece evidente que en el último cuarto del siglo XX el franquismo marcaba más impronta en la sociedad que la propia democracia por el hecho natural de que entre la ciudadanía eran mayoría quienes habían vivido bajo el anterior régimen que en la España de las autonomías. Y, sin embargo, la piel de toro, siempre partida en dos bandos, se dividía entre quienes con Franco vivían mejor y quienes lo sufrían, hasta que, y ahora me refiero a ETA, se daba otro elemento social donde cabían los que contra Franco vivían mejor.

Hace 10 años, cuando la banda claudicó con el abandono de la lucha armada, este último segmento social, el de los que vivían mejor a la contra de Franco o a quienes al menos la dictadura daba sentido a su lucha y a sus vidas, también comenzó a extinguirse. Por eso llama la atención la especie de que aún queden representantes elegidos democráticamente que apelen a aquellos años del franquismo como mejores que los que llevan en el Gobierno Pedro Sánchez y sus socios de Gobierno.

Las palabras de Arnaldo Otegi con motivo del décimo aniversario del final de la actividad terrorista de ETA puede que lleguen tarde, puede que suenen a disculpa condicionada a los apoyos que desde la izquierda aberzale deberá tener el Ejecutivo para sacar adelante el Presupuesto y dilatar lo máximo posible el regreso del Partido Popular a La Moncloa, pero es un comienzo esperanzador en el camino de la reconciliación, cuya imposibilidad tanto desangró a la población española en general y a la de Euskadi en particular. El franquismo acabó de facto hace 10 años, no permitamos que reverdezca de nuevo.

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