Décima avenida

Diez años sin ETA: días contados a la indiferencia

Una sociedad, y esa es una lección de los años de plomo vascos, tiene los días contados cuando cae en la indiferencia ante la violencia

Pelicula Días contados

Pelicula Días contados

Joan Cañete Bayle

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Sin desmerecer los méritos de 'Patria', si tengo que elegir una obra de ficción sobre ETA me quedo con 'Días contados', la película de Imanol Uribe en la que un etarra (Carmelo Gómez) se enamora de una joven drogadicta (Ruth Gabriel). La película mezcla una trama de un terrorista desencantado con la causa con otra de narcotráfico, y la recuerdo con la subjetividad que dan los años porque el filme se atrevió con algo que entonces no era habitual: habla de ETA, del «conflicto vasco», en la ficción. ETA estaba presente a diario en nuestras vidas, pero resultaba muy difícil que el cine o la literatura hablara de ella. 

'Días contados' se estrenó en 1994. En 1995, una clase a la que asistía en la facultad de periodismo de la UAB fue interrumpida con la noticia de que José María Aznar había sido objetivo de un atentado. Hubo numerosos aplausos. Años atrás, en 1987, un coche bomba a una manzana de mi casa estalló al paso de una patrulla de la Guardia Civil y mató a una persona. Recuerdo la vibración de los cristales del balcón de casa, la conmoción en la calle, los transeúntes que señalaban con el dedo hacia el mismo lugar indeterminado donde se alzaba una columna de humo.

ETA es un asunto personal para millones de españoles. Hasta hace 10 años, su presencia en la vida cotidiana española era omnipresente (lo del País Vasco era, es, otra dimensión). Excepto los más jóvenes, todos tenemos recuerdos asociados a ETA: cuántos años tenías cuando Hipercor (13) o Vic (18), dónde estabas cuando asesinaron a Ernest Lluch (de guardia nocturna en este diario), qué pensaste cuando el asesinato de Miguel Ángel Blanco (la incredulidad ante el horror). Por eso, cuando hace 10 años los encapuchados anunciaron el abandono de las armasel escepticismo se mezclaba con la esperanza. ¿Iba en serio? ¿Surgiría una ETA-Auténtica? ¿Sabotearía la paz la extrema derecha infiltrada en el deep state? Diez años después, la buena noticia es que vasco y terrorismo ya no comparten el mismo sintagma nominal.

Por supuesto que hay asignaturas pendientes. José Luis Rodríguez Zapatero lo explica bien cuando dice que no es lo mismo coexistir que convivir. La memoria no es fácil; a nivel individual duele, a nivel colectivo requiere coraje y valentía, principios claros y una voluntad férrea de llegar a la reconciliación a través de la justicia. Como en otros asuntos, Sudáfrica marcó un camino con su Comisión para la Verdad y la Reconciliación que después han transitado otros países. Pero no es nada sencillo. En la presentación de su libro 'Todos los futuros perdidos. Conversaciones sobre el final de ETA', Eduardo Madina y Borja Sémper hablaban de un «duelo entre el olvido y la memoria». Madina ha criticado a menudo «la indiferencia» de parte de la sociedad vasca ante la violencia. Madina no la entiende. Yo no conocí la vasca de primera mano, pero sí he visto esa indiferencia en otras sociedades respecto a la violencia que ejercen sobre otros, ya sea terrorista, ya sea militar. Esa indiferencia deshumaniza. Una sociedad, y esa es una lección de los años de plomo vascos, tiene los días contados cuando cae en ella.

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