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Salario máximo catalán: repartir mejor para cobrar más

Seguiremos insistiendo para que Catalunya lidere una medida que nos volvería a situar, esta vez de verdad, en la vanguardia de las transformaciones en España y en Europa

Trabajadores en oficina

Trabajadores en oficina / Maxine | Unsplash

Jéssica Albiach

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Todo acontecimiento, por muy catástrofe sobrevenida que sea, genera ganadores y perdedores. Lo vimos hace pocos días con el volcán en la isla de La Palma. Mientras la lava aún se estaba llevando las casas de la población, los especuladores ya estaban aprovechando la situación para subir los precios del alquiler y beneficiarse de este drama humanitario al que aún asistimos. Y es que la lógica depredadora del máximo beneficio poco entiende de “empatía”, y si no que se lo digan a las empresas eléctricas.

Ahora que las restricciones en Catalunya llegan a su fin, es un buen momento para hacer balance y preguntarse si también ha habido quién, a costa del sacrificio de los demás, ha aprovechado la pandemia para hacer negocio. Y la respuesta es que mientras los señoritos de la extrema derecha señalaban duramente a las instituciones que nos salvaban la vida como causantes de todos los males, había quién fuera de foco estaba acumulando silenciosamente más dinero que nunca. Dos ejemplos: a nivel global, durante 2020, las 50 personas más ricas del mundo ganaron 640.000 millones de euros más. Mientras tanto, en España, se llegaba este mismo año al millón de millonarios por primera vez en la historia.

En este escenario, la semana pasada le propuse al 'president' de la Generalitat que Catalunya fuera pionera en el establecimiento de un salario máximo para nuestro país. Una medida que, de hecho, ya fue propuesta por ERC en el Congreso en 2013 y 2016 y que otros líderes internacionales como Jeremy Corbyn y Bernie Sanders ya intentaron implementar en sus respectivos países.

Por interés o desconocimiento, lo cierto es que la propuesta no cayó muy bien en ciertos sectores de las élites catalanas que en seguida me acusaron de querer “empobrecer” el país. Nada más lejos de la realidad. Lo que estamos proponiendo es precisamente lo contrario; es decir, que los beneficios que todos y todas generamos no se queden en la cúspide de la pirámide, sino que repercutan en mejores sueldos para todos y todas.

¿Cómo se hace eso? Estableciendo por ley que la persona que más cobra de una empresa no pueda tener un sueldo, digamos, 10 o 12 veces superior que la persona que menos salario percibe dentro de la misma compañía. Esta ratio es la que se estableció en Suiza cuando se votó esta propuesta en referéndum, pero que en todo caso formaría parte de la negociación dentro del diálogo social. Establecer esta diferencia salarial máxima significaría, básicamente, que si tu jefe quiere subirse el sueldo porque el negocio va bien, tendría la obligación de subírtelo también a ti de forma proporcional. Así de sencillo y así de sentido común. Porque nadie en su sano juicio puede pensar que el trabajo de un alto ejecutivo del Banco Santander, Ferrovial o Naturgy merece ser 222, 238 u 88 veces más alto que el salario medio de sus respectivas empresas tal como sucede ahora.

Desde su investidura como 'president', hemos oído a Pere Aragonès hablar de transformaciones hasta la saciedad. Pues bien, ha llegado el momento de pasar de las palabras a los hechos con un plan piloto para una medida que sería absolutamente pionera. Y se puede empezar de forma sencillísima: comprometiéndose por parte de la Generalitat a no trabajar con empresas que incumplan esta diferencia salarial máxima (eso anularía, por ejemplo, el contrato para los rastreadores con Ferrovial), aplicando esa ratio a las empresas públicas o liderando esta medida dentro del diálogo social con patronal y sindicatos.

Hay quién dirá que no es el momento, que no podemos molestar mucho, que el país no está preparado. Pero lo cierto es que si algo positivo nos ha dejado la pandemia es el consenso de que las instituciones y los gobiernos no están ahí como meros espectadores del mercado, el consenso de nuestro momento político es que los gobiernos están aquí para protegernos. Un nuevo sentido común que ha dejado a la derecha desarmada política e ideológicamente, y si no que se lo digan al Partido Popular que en su convención no ha sido capaz de ofrecer más referentes que el de un desfile de defraudadores e imputados salidos de ultratumba.

Por lo tanto, la pregunta no es si salario máximo sí o no, la pregunta es cuánta desigualdad puede soportar la democracia y si después de más de un año y medio de sacrificios colectivos vamos a permitir que solo los mismos de siempre salgan ganando. Mi opinión es que no, y por eso seguiremos insistiendo en que Catalunya lidere una medida que nos volvería a situar, esta vez de verdad, en la vanguardia de las transformaciones en España y en Europa.

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