Apunte

Aunque solo sea por imagen

El cambio de actitud de los populares sobre la renovación de los órganos constitucionales responde, sin duda, a que a una parte de su electorado le gustaría ver un PP más pactista

casado sanchez

casado sanchez / Ballesteros / Efe

Rosa Paz

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Es indudable que al PP le va bien en las encuestas. Prácticamente todas, con la notable excepción del CIS, lo sitúan por delante del PSOE y con posibilidades de formar Gobierno en alianza con Vox. Si esos resultados prospectivos están relacionados con su implacable oposición al Ejecutivo de Pedro Sánchez los populares no tendrían por qué cambiar en nada su estrategia. Dos años más de acoso y derribo y tras las elecciones, a la Moncloa. Pero no debe de parecerles tan sencillo. ¿Por qué si no, después de meses de bloqueo, se habrían mostrado dispuestos a pactar la renovación de los organismos constitucionales? Ese cambio de actitud, realizado de un día para otro, responde, sin duda, a que a una parte de su electorado, al más moderado, al que absorberán de Cs, le gustaría ver un PP más pactista. Seguramente también a que en ese asunto han perdido la batalla de la opinión pública, porque ha calado la idea de que si no hay renovación de instituciones como el Tribunal Constitucional o el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) es porque los populares no quieren.

Siempre es una buena noticia que el PP se distancie de la ultraderecha y se preste a alcanzar acuerdos con el Gobierno. En particular en torno a unos organismos que, por mandato constitucional, deberían haber sido renovados hace tiempo para garantizar el normal funcionamiento de las instituciones democráticas. Por eso es tan importante saber que los populares han sintonizado bien con el ministro de Presidencia, vicepresidente de facto, Félix Bolaños, y que esa armonía puede ayudar a desencallar las negociaciones, de manera que los miembros de cuatro organismos pueden ser reemplazados de inmediato y los del CGPJ, en breve. Con cesiones por ambas partes, claro, y siempre que nada se cruce en el camino de unos acuerdos, que se han demostrado tan sensibles, que al menos en dos ocasiones anteriores acabaron diluyéndose en la nada. Si esta vez se consolidan y se recupera la normalidad democrática, quizás haya que agradecérselo a una simple cuestión de imagen. 

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