Obituario | Colin Powell, el solucionador de problemas marcado por una mentira
Su historial brillante incluye la adaptación de las fuerzas armadas de EEUU a las condiciones de la guerra fría y su rechazo a las políticas de Bush que le hicieron abandonar el bando republicano. Pero las mentiras que utilizó para arrastrar a su país a la guerra de Irak fueron una mancha imborrable
Ruth Ferrero-Turrión
Profesora de Ciencia Política en la UCM e investigadora sénior en el Instituto Complutense de Estudios Internacionales (ICEI)
La historia de Colin Powell es la historia del self-made man que tantas veces nos han contado. Nacido en Harlem, de padres jamaicanos, creció al sur del Bronx y se graduó en el City College de Nueva York. Militar brillante, fue el primer asesor de Seguridad Nacional negro de Estados Unidos, presidente del Estado Mayor Conjunto y secretario de Estado. Sirvió a tres presidentes, Reagan, Bush padre y Bush hijo. En su primera etapa negoció el fin de la Guerra Fría con Gorbachov, ayudó a la adaptación del Ejército norteamericano al nuevo contexto internacional e instauró la denominada Doctrina Powell: identificar objetivos políticos claros, obtener el apoyo público y utilizar una fuerza abrumadora para derrotar al enemigo. Sus grandes éxitos fueron la invasión de Panamá (1989) y la primera Guerra del Golfo (1991) que expulsó a Saddam Hussein de Kuwait.
Se retiró del Ejército en 1993 siendo la figura pública más popular de Estados Unidos. Los principales partidos, demócratas y republicanos, quisieron que formara parte de sus filas, e incluso llegó a plantearse la posibilidad de presentarte a la presidencia. Finalmente regresaría a la escena pública en 2000 como secretario de Estado de Bush hijo para retirarse definitivamente en 2004.
El giro a la derecha de los republicanos hizo que Powell comenzara a apoyar primero al flamante senador Barak Obama, alguien a quien consideraba como una «figura transformadora», aunque también criticó su falta de experiencia. También a Hillary Clinton y Joe Biden frente a la candidatura de Trump al que calificó como una «desgracia nacional y un paria internacional”»
Hasta aquí, la brillante historia de un hombre que se hizo a sí mismo a base de disciplina y ambición. Un general excelso que terminó emborronando un historial impecable por una mentira. Tras los atentados del 11-S la doctrina Powell ya no funcionaba. Quizás sirvió hasta los 90, pero después todo fue más complicado. El enemigo ya no era fácilmente identificable, cada vez resultaba más complicado convencer a la opinión pública y el despliegue de una fuerza militar abrumadora ya no otorgaba grandes victorias. Solo restaba utilizar la mentira. Una mentira provocada por su ambición. Una ambición que le llevó a utilizar los medios a su disposición para arrastrar a su país a una guerra sobre datos de inteligencia falsos que aseguraban que en Irak había armas de destrucción masiva en su discurso más famoso ante Naciones Unidas en 2003. Algo que llevaría siempre sobre sus hombros y que fue determinante para su salida definitiva de la vida pública. Tal y como confesó en una entrevista años más tarde, su discurso había sido doloroso y una mancha en su historial.
Conservador decepcionado
Powell fue un hombre profundamente conservador que se alejó del partido al que sirvió durante décadas cuando éste comenzó su radicalización, primero con el Tea Party, más adelante con Trump. Pero, en sus propias palabras, «Powell es un solucionador de problemas». Ni un ideólogo, ni un fanático, solo un soldado que resuelve.
Colin Powell ha fallecido como consecuencia de complicaciones derivadas del covid-19, complicaciones difíciles de combatir cuando se padece un cáncer en la sangre que reduce tus defensas y a pesar de las vacunas. Su muerte, igual que su famoso discurso, está sirviendo a estas horas para alimentar una nueva mentira, la mentira de los negacionistas del covid-19 y los antivacunas.
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