Ley de protección animal

Del calamar coreano a nuestras mascotas

Los hábitos culturales y la experiencia en pandemia empujan la revolución del trato legal que protege a perros y gatos

Gato en una mesa de cocina en casa

Gato en una mesa de cocina en casa / Paul Hanaoka |Unsplash

Carol Álvarez

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La cultura extiende un hilo invisible que cruza océanos de mentes. Los niños de nuestras escuelas se han familiarizado con las pruebas de la serie coreana El juego del calamar y llevan al recreo versiones inofensivas de las partidas recreadas, mientras los de Corea ya se preparan para dar el salto tradicional de sus vidas: los perros ya no serán plato de comida y van a adquirir el estatus occidental de mascota. La presión de las organizaciones animalistas tiene mucho que ver, pero lo que puede regular la prohibición de comer carne de perro tiene que ver también con la caída de más de un 40% del sector, restaurantes y carnicerías por falta de consumidores, clientes que en los últimos tiempos han empezado a considerar algunos animales como mascotas con las que convivir. No comerse al vecino de piso es una regla no escrita.

Sea como sea, las leyes del mercado han entrado felizmente en juego en este tema y con la industria veterinaria y de productos para animales de compañía en general al alza, todo se ha alineado para que los coreanos se sumen a la era de los animales.

Vientos de la pandemia

 La pandemia ha supuesto el empujón definitivo para un cambio de paradigma que tenía todos los vientos favorables. La necesidad de protección de los animales ha tenido sus ideólogos sesudos desde la filosofía y las ciencias pero también sus luchadores ecologistas, infatigables en sus protestas, que han puesto el asunto en el tapete público. Tener un perro que pasear se convirtió en un salvoconducto para pisar la calle prohibida al inicio de las restricciones, y las mascotas ganaron relevancia como tabla social de salvación en los hogares aislados. Hasta el trinar de los pájaros y la irrupción de jabalíes en las urbes se convirtieron en señales de un nuevo mundo.

    Con el coronavirus doblegado, ordenamos los restos del naufragio y ahí sale como una joya el borrador de la ley de protección animal española. Pone sobre el papel realidades comúnmente aceptadas, pero también fija normas que son una guía con recorrido e impacto en nuestras vidas. Un perro no es juguete y lo sabemos, pero la letra pequeña ya no da opciones: no dejaremos 24 horas sin atención al animal, necesitaremos un curso de formación para tener uno en condiciones. El cambio cultural ha llegado para quedarse.

El mercado del alquiler de viviendas está en el foco ahora, y el debate en distintos países sobre los derechos de los inquilinos a vivir con sus mascotas sin recargos da pasos día a día. Esta semana, en la región australiana de Queensland se ha suprimido la cláusula automática que rechazaba la posesión de mascotas en los pisos de alquiler, y que solo se levantaba tras una negociación particular con el propietario. Los dueños de pisos tendrán que dar motivos objetivos y suficientes para rechazar un animal en su propiedad. En el Reino Unido, donde en 2020 solo el 7% de las viviendas en alquiler señalaban por escrito que admitían inquilinos con mascotas, se pretende dinamizar el mercado con una norma similar este año. El siguiente paso para blindar el derecho a vivir con tu mascota es reconocerlo como un derecho humano: hasta los sintecho con mascotas tienen problemas para encontrar refugios.

 No debería quedar en manos de negociaciones individuales más o menos hábiles el acceso a una vivienda si tienes mascota. Con un seguro y unas garantías debería ser suficiente. Una protección sin ambigüedades ni lagunas legales es necesaria, un hilo más de esa gran red invisible que las tendencias culturales desmadejan en la sociedad.  

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