Salario mínimo

Políticos 'fake'

Se explotan medias verdades para avalar intereses propios, en forma de la supuesta validez de prescripciones derivadas de otros mundos

Nobel de Economía a David Card, Joshua Angrist y Guido Imbens por sus análisis del mercado laboral

Nobel de Economía a David Card, Joshua Angrist y Guido Imbens por sus análisis del mercado laboral / REUTERS / TT NEWS AGENCY / Claudio Bresciani

Guillem López Casasnovas

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No deja de sorprender la facilidad con la que algunos políticos meten la pata. Ya sea por desconocimiento (no leen, no estudian: véase Casado con la Hispanidad, "el mayor hito después de la romanización") o por no pensar dos veces antes de tuitear (estos días con el salario mínimo y los premios Nobel). Dejaré el primer comentario al margen, por aquello de que nadie da lo que no tiene, para centrarme en el segundo. Políticos ‘listos’ a golpe de clic y que han reaccionado a la concesión de los premios intentando llevar el agua a sus molinos.

En efecto, para quienes nos gusta la economía aplicada y las políticas basadas en la evidencia, nos encanta la concesión del premio Nobel este año a Imbens, Angrist y Card. Los tres son economistas que trasladan la teoría y sus hipótesis o resultados a la contrastación. Se esfuerzan en no dejarse guiar por intuiciones, echan mano de los datos para analizar la evidencia disponible. Construyen contrafactuales, comparan diferencias tras las actuaciones y evalúan sus resultados. Pero precisamente por su opción empírica, sus conclusiones son extrapolables solo muy limitadamente. Responden a una circunstancia, tiempo y lugar. De modo que no permite su generalización prescriptiva, pasando de lo positivo observado a la recomendación normativa haciendo abstracción de sus condicionantes. Los resultados, por ejemplo, de Card no permiten afirmar como ha hecho la vicepresidenta Yolanda Díaz que ello avala la subida española del salario mínimo en España. O la aseveración de algún otro político progresista combativo que lo ha leído como un ‘cachete’ de la Academia sueca a los economistas liberales.

Nada más lejos de la realidad. Estos autores presentan las contribuciones empíricas y métodos estadísticos que mejor afinan el análisis de lo observado. Y su aplicación es prueba de utilidad. Así, David Card, para Estados Unidos, año 1992, Nueva Jersey, trabajadores de cadenas de comida rápida, en sus zonas limítrofes con la vecina Pensilvania; ambos prósperos territorios industriales del norte del país en manos de administraciones demócratas, en los que solo el primero decidió aumentar el salario 80 céntimos la hora (desde los 4,25 hasta los 5,05 dólares la hora).Y el resultado no fue cero, sino "menor al previsto", y como no puede ser de otro modo, heterogéneo más allá de los efectos medios. Interesante en cualquier caso y generador de una nueva literatura de aplicaciones cuasi experimentales.

Fijémonos en el salto sin red de la extrapolación de dicho resultado a otras realidades como la España actual como pretenden los tuits comentados: hace 30 años, para una economía muy diferente, en un país de idiosincrasia laboral radicalmente distinta a la nuestra, con respecto a 410 observaciones de datos relativos a establecimientos hamburgueserías tipo McDonald's, ubicados en zona fronteriza con supuesto de incidencia capitalizable por el libre movimiento del trabajador y consumidor ante un aumento de retribución determinado.

Los investigadores premiados nos muestran a los economistas aplicados la bondad de sus instrumentos: no generan nueva teoría para manuales y recetarios ‘urbi et orbe’. De hecho, la aplicación de estos métodos a la realidad española reciente por parte del Servicio de Estudios del Banco de España (junio de este año), por un incremento de salarios en 2019 (también del 20% aproximadamente), sí tuvo un efecto significativo en la menor creación de ocupación y horas trabajadas, en especial de los más jóvenes. Naturalmente, un instrumento similar, aplicado a realidades diferentes, ofrece resultados distintos.

Todo ello me recuerda muchas otras áreas de la política pública que explotan medias verdades para avalar intereses propios, en forma de la supuesta validez de prescripciones derivadas de otros mundos. Así, desde la experiencia de la RAND Corporation de los años 70 en Estados Unidos, para argumentar contra los copagos en España, sin atender el tipo de sistema sanitario, cuantías establecidas, formas de aseguramiento prevalentes…, como si fuese lo mismo un euro por receta o introducir copago donde no lo había respecto de una modificación a través de deducibles o franquicias, de tipo fijo o proporcional. También en materia de desigualdades en salud, en la que se confunden asociaciones con causalidad, obviando la distinción entre mediadores y moderadores o con la falacia de "si sigue" es "que lo causa".

En definitiva: los políticos que no estudian mejor que callen. Y los ‘listos’, que antes de tuitear en la red se lo piensen dos veces.

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