Papeles de Pandora

Matías Vallés

Periodista

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Paraísos fiscales para todos

Las cuentas en las cuevas de ladrones fiscales capitaneadas por Suiza otorgan la vitola de pertenecer a un club selecto

El entrenador del Manchester City, Pep Guardiola, este domingo durante el partido contra el Liverpool.

El entrenador del Manchester City, Pep Guardiola, este domingo durante el partido contra el Liverpool. / PETER POWELL

Tony Blair y Pep Guardiola tienen más dinero del que nunca podrán gastar. Además, les basta con salir a la calle y extender la mano, si quieren conseguir más millones. ¿Para qué necesitan entonces un paraíso fiscal? En primer lugar, porque el eslogan 'Hacienda somos todos' significa que cada ciudadano sufre un dolor idéntico al pagar impuestos. La puñalada no es proporcional a su fortuna, sino a la cantidad en sí. Un magnate solo se nos parece en que los mil euros a abonar al fisco le duelen lo mismo, aunque en su caso sea sobre un millón de ingresos. En segundo y más importante lugar, las cuentas en las cuevas de ladrones fiscales capitaneadas por Suiza otorgan la vitola de pertenecer a un club selecto. El dinero oculto en la bodega tiene otro sabor. PEP, que no es Guardiola sino Persona Expuesta Políticamente, es blasón antes que estigma.

Bernie Madoff fue el único estafador inversionista encarcelado tras la mayor crisis económica de la historia, de raíz financiera. Su delegado en España era un colombiano que no se encargaba de atrapar a incautos millonarios en sus saraos veraniegos. Al contrario, les insistía en lo difícil que era acceder al templo de inversores en los fondos pirata del cerebro de la trama. Tenían que suplicarle para lograr una audiencia, más de uno salvó su dinero fraudulento porque no se atrevía a acercarse al rey Midas de hojalata.

La alta delincuencia económica se basa en la exclusividad. Cuando el presidente Obama se lamentaba de que “los ricos juegan con otras reglas”, no se refería solo a la impunidad, sino a la atmósfera elitista de los clientes de los paraísos de matriz suiza. Ante la impotencia mundial para combatirlos, hay que democratizarlos. Si no puedes vencerlos, únete a ellos para degradarlos. Matricularse en un ‘tax haven’ ha de ser tan fácil como abrir una cuenta corriente en Bilbao o Santander, el magnate ha de tropezarse en la escalinata con su fontanero. La sangría a cargo de los privilegiados solo cesará cuando los paraísos prohibidos sean paraísos perdidos.

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