Enseñanza

Berta Aznar

Profesora de Blanquerna-Universitat Ramon Llull

Berta Aznar

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La coeducación en tiempos difíciles

No segregar a niños y niñas durante su escolarización es una buena noticia. Pero queda un largo camino por recorrer hasta lograr una escuela coeducativa

Col·legi Canigó, uno de los centros catalanes que perderá el concierto educativo

Col·legi Canigó, uno de los centros catalanes que perderá el concierto educativo

Esta semana se ha hecho pública la noticia de que la Generalitat no renovará el concierto a las escuelas que segregan a los niños y niñas por sexo. Sin entrar a analizar el trasfondo político, para todas aquellas personas a favor de la igualdad de género, esto es una muy buena noticia. Es evidente que no podemos educar a chicos y chicas en el conocimiento y el respeto mutuo si los escolarizamos en centros diferentes por motivos ideológicos o atendiendo a mitos y falacias sobre el aprendizaje diferenciado en función del sexo.

Podría parecer que una vez tomada esta decisión la coeducación en los centros educativos de Catalunya ya no corre ningún peligro, pero nada más lejos de la realidad, porque todavía no hemos conseguido implementarla en las escuelas catalanas y españolas. La convivencia de niñas y niños en las escuelas es una premisa totalmente imprescindible y necesaria para la escuela coeducativa, pero no es una condición suficiente. Además de que los niños y niñas compartan tiempo y espacios educativos, es necesario que los centros escolares eliminen las barreras para la plena igualdad en la escuela. Esto implica una serie de acciones como son el diseño de planes de igualdad contextualizados en cada centro educativo, hacer una elección de materiales didácticos desde la perspectiva feminista, incorporar a mujeres referentes en el currículum o promover un juego equitativo en los patios escolares, pero también incluye otros cambios menos evidentes, aunque igual de importantes, como son la toma de conciencia de prejuicios sexistas y el trato diferenciado o hacer uso de un lenguaje no discriminatorio. Aunque hay iniciativas muy interesantes y programas coeducativos bien diseñados, los estudios que se han llevado a cabo hasta la fecha de hoy muestran que nos queda un largo camino por recorrer; el profesorado no se siente preparado para trabajar temáticas como la violencia de género o la educación afectivo-sexual en las escuelas y, por tanto, no se trabaja con la profundidad que requiere.

Las cifras actuales de violencia de género en nuestro país (también en parejas de adolescentes y jóvenes) y el número creciente de denuncias por agresiones sexuales muestran, de forma flagrante, como aún estamos lejos de alcanzar un nivel de igualdad que se refleje en las relaciones entre hombres y mujeres. La literatura científica ha puesto de manifiesto como la mejor manera de prevenir estas situaciones es ofrecer modelos igualitarios en la infancia, tanto en el entorno familiar como en las escuelas, y también hacer reflexionar a los niños y niñas sobre cuestiones relevantes a este nivel. Por tanto, no podemos obviar la responsabilidad de los centros educativos en este ámbito; no debemos permitir que las niñas, a los 6 años, ya hayan interiorizado que son menos válidas que sus compañeros niños, tal como muestran diversos trabajos.

Por otro lado, la confusión que han creado las aportaciones de nuevas corrientes individualistas en la definición de sexo y género, sobre la que se cimenta la teoría feminista, ha desdibujado los objetivos de la coeducación. Es muy necesario todavía recordar que las niñas y mujeres, que representan el 52% de la humanidad, aún están oprimidas y discriminadas en nuestra sociedad y que los estereotipos sexistas son, en gran parte, responsables de esta situación.

Es necesario que toda la comunidad educativa y las autoridades competentes prioricen la implementación del modelo coeducativo en nuestras escuelas para promover una sociedad más justa y libre de prejuicios y discriminaciones sexistas. La tarea de las escuelas es clave y el papel de las maestras y maestros es, una vez más, lo más importante. ¡Suerte tenemos de las maestras feministas!

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