La nota

Joan Tapia

Presidente del Comité Editorial de EL PERIÓDICO.

Joan Tapia

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El 'Cercle' grita

Censura a la Generalitat y al Ayuntamiento de Barcelona y califica a Catalunya de "sociedad despistada" que va hacia la irrelevancia

Javier Faus

Javier Faus / ALBERT GEA

El Cercle d´Economia no es una patronal neoliberal sino, desde hace muchos años, una entidad plural de empresarios, catedráticos y profesionales que reflexiona sobre los desafíos de Barcelona y Catalunya en el marco de una España y una Europa democráticas. Y no tiene color. Su primer presidente, durante el franquismo, fue Carles Ferrer Salat, más tarde creador de la CEOE, y en su junta directiva estaban Narcís Serra y Ernest Lluch, luego ministros del primer Gobierno de Felipe González. También es una entidad tranquila, acostumbra a decir las cosas con mucha suavidad. 

Se acabó lo que se daba. Ahora el Cercle ha optado por gritar. Su última nota empieza: “El Cercle quiere denunciar que ni Barcelona ni Catalunya disponen de un modelo de prosperidad compartida que cuente con suficiente complicidad”. ¡Caray!, 'denunciar' es un verbo mas propio de CCOO. Y sigue: “El Cercle… manifiesta su decepción con la Generalitat y con el Ayuntamiento de Barcelona”. ¡Un voto de censura a las dos primeras instituciones públicas del país! 

Luego justifica su decepción -en julio felicitó a Pere Aragonès y expresó su apoyo a los indultos porque sin estabilidad política la economía no va- en que ni la Generalitat ni el Ayuntamiento tienen definido un modelo de prosperidad que pueda ser compartido por la gran mayoría de ciudadanos, sociedad civil y empresariado. “De existir ese modelo, a menudo es muy ideológico, falto de pragmatismo y genera confrontación… no entienden que sin inversión privada es imposible transformar la realidad”.

Añade que solo el crecimiento ha mejorado el bienestar de los ciudadanos y que la apología del decrecimiento es una irresponsabilidad, hay que combinar crecimiento y lucha contra el cambio climático. Y critican el freno a los hoteles de lujo, que facilitaría un turismo de más calidad, la inseguridad ciudadana, la discutible reforma urbanística, el deterioro alarmante del espacio público y el vandalismo recurrente. Y la indignación sube con la negativa a la ampliación del aeropuerto en una Catalunya que siempre se queja de que las grandes inversiones del Estado favorecen a Madrid.

Muchas de estas críticas son ciertas. La Generalitat está en lo suyo (el referéndum), como el Ayuntamiento (la protesta social), cuando el realismo exigiría “volver a tener presencia e influencia en España, el único Estado realmente existente que tenemos los catalanes”. ¡Toma! 

No, el 'Cercle' no quiere lanzar un partido, ni se va a sumar a Salvador Illa, y su presidente, Javier Faus, un profesional de éxito no quiere ser otro Josep Piqué, el exministro de Aznar. Entonces, ¿por qué un manifiesto tan duro? Por el hartazgo. En el 'Cercle' creen que ya llevamos demasiados años siendo “una sociedad despistada” y que arriesgamos “quedar atrapados en una espiral de irrelevancia económica de lenta pero inexorable decadencia”. Y el hartazgo lleva a gritar. Ayer llamé a un antiguo presidente del 'Cercle', siempre atento a las formas, y lo encontré exultante: “es que todo tiene un límite, hay que empezar a decir las cosas por su nombre”.

La denuncia tiene gran parte de razón. ¿Por qué Aragonès y Colau no atienden? Porque hay poca interacción entre el mundo económico y el político, como sí pasaba con Jordi Pujol, Pasqual Maragall o José Montilla. Vale, la culpa es de los políticos que hoy ganan las elecciones. Pero que una entidad del mejor 'establishment' no sea capaz de hacerse escuchar también indica que la clase dirigente del país (la económica) tampoco ha hecho sus deberes.  

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