Análisis

Se acabaron las coartadas en el Camp Nou

Número de espectadores en el Camp Nou presentes para ver  el partido de liga ( primero de la era post messi) entre el FC Barcelona y la Real Sociedad

Número de espectadores en el Camp Nou presentes para ver el partido de liga ( primero de la era post messi) entre el FC Barcelona y la Real Sociedad / JORDI COTRINA

Rafael Tapounet

Rafael Tapounet

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No puede afirmarse que el FC Barcelona haya acogido con grandes muestras de alegría la decisión del Govern de la Generalitat de permitir el 100% del aforo en los recintos deportivos al aire libre. Algún mensaje en las redes sociales aplaudiendo sin mucho entusiasmo la medida y poco más. Tampoco sorprende. Al fin y al cabo, las restricciones impuestas por el Procicat habían servido hasta ahora para camuflar la elocuente deserción del público azulgrana, que en ninguno de los encuentros de esta temporada ha llegado ni siquiera a ocupar el 40% de los asientos autorizados por las autoridades sanitarias. El domingo se acaban las coartadas y la asistencia de espectadores al Camp Nou vuelve a convertirse en el termómetro más fiable para medir el grado de adhesión o apostasía de la parroquia culer.

No es un asunto menor. En un momento como el actual en el que la entidad está patinando alrededor de un cartel que dice ‘Peligro’, la apatía de la llamada masa social resulta casi más alarmante que el clamor de indignación que suscitó la última etapa de Josep Maria Bartomeu antes de la pandemia. Aquel malestar reflejaba al menos una preocupación por la suerte del club que ahora, después de tantos sinsabores, parece haberse evaporado, tal como atestiguan las gradas semidesiertas.  

¿Es lo que hay?

La junta de Joan Laporta debe fijarse como objetivo imperativo volver a movilizar a la hinchada sin esperar que una racha de buenos resultados que ahora mismo se intuye poco probable haga el trabajo por ellos. El juego del equipo, más allá de la victoria o la derrota, es, por supuesto, un factor determinante (nadie quiere seguir viendo partidos que, como decía Mark Twain, permanecerán almacenados en la memoria de los aficionados junto con el recuerdo de la época en que les arreglaron los dientes), pero hay que buscar otras estrategias. Los mensajes derrotistas del entrenador (ese infausto “es lo que hay” en el que, cabe suponer, se incluye él mismo) no ayudan. Tratar de convertir la Asamblea del domingo en un cheque en blanco a la directiva sin matices ni debate, probablemente tampoco.