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Premio Nobel al periodismo

El galardón que han recibido Maria Ressa y Dmitri Muratov reconoce el esfuerzo de todos los informadores en entornos inseguros y faltos de libertades

Los periodistas Maria Ressa y Dmitry Muratov, premio Nobel de la Paz

Los periodistas Maria Ressa y Dmitry Muratov, premio Nobel de la Paz / AFP / MARIA TAN / Yuri KADOBNOV

El Premio Nobel de la Paz concedido este año a la periodista filipina Maria Ressa y al periodista ruso Dmitri Muratov reconoce en ellos el esfuerzo y los riesgos que corren medios e informadores en entornos especialmente difíciles, inseguros y faltos de libertades. Tanto Ressa, desde el medio digital 'Rappler', como Muratov, redactor jefe de 'Novaya Gazeta', se han distinguido por defender y ejercer la libertad de expresión frente a dos versiones descarnadas del poder –las de los presidentes Rodrigo Duterte y Vladimir Putin, respectivamente– que convierten el ejercicio del periodismo en una profesión peligrosa. Pero también en una profesión indispensable para «la democracia y la paz duradera», como destaca el Comité Noruego del Nobel.

Las condiciones en las que desempeñan su profesión Ressa y Muratov no son por desgracia una excepción en muchas regiones del mundo. Por el contrario, el objetivo de aniquilar al mensajero, someterlo a presión o desfigurar los hechos es moneda corriente en las cuatro esquinas del globo, de forma que la concesión del Nobel de la Paz de este año debe hacerse extensiva a cuantos conviven en lugares en los que la búsqueda de la verdad entraña toda clase de peligros. Porque cada día son más los especialistas en la construcción de verdades alternativas, en la decoración de escenarios artificiales que solo es posible demoler con medios libres y forzosamente valientes.

No por sabido resulta innecesario el recordatorio del Comité del Nobel de que la libertad de expresión y de información son dos requisitos indispensables «para la democracia» y «suponen una protección contra la guerra y el conflicto». El combate contra las falsas noticias, que encuentran en las redes sociales un ámbito de difusión poco menos que sin barreras, la posibilidad de opinar al margen de consignas, el esfuerzo por reflejar la realidad y desentrañar la verdad de la forma más fiel posible son elementos sustanciales para consolidar un régimen efectivo de libertades.

«La gente ha de pagar a menudo con su vida por el hecho de decir en voz alta lo que piensa», declaró en cierta ocasión Anna Politkovskaia, uno de los seis periodistas asesinados de 'Novaya Gazeta'. El Premio Nobel a Ressa y Muratov es también de reconocimiento a todos los silenciados para siempre, a los perseguidos y a los encarcelados que han decidido no callarse, que creen firmemente que una opinión pública informada es fundamental para consolidar sociedades libres y neutralizar la propaganda disfrazada de información, una tentación permanente del poder.