Incidente en la UAB

Los campus, solo para botellones

En cualquier otro lugar del mundo se calificaría de fascista a quien asalta y boicotea un acto pacífico. No en Catalunya

Concentración de grupos antifascistas en torno a un punto informativo de Se acabó en la plaza Cívica de la UAB.

Concentración de grupos antifascistas en torno a un punto informativo de Se acabó en la plaza Cívica de la UAB. / ACN

Albert Soler

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Si los estudiantes no quieren que en la UAB hable nadie que no les guste y le agreden hasta que se va, no es porque sean intolerantes, pobrecitos, es que son unos tiernos chavales que no soportan que nadie les contradiga. Es el signo de los tiempos. Si los universitarios americanos tienen ‘safe spaces’, espacios seguros en los que nadie puede llevarles la contraria ya que ello supone una agresión, no hay razón para que los catalanes estén menos protegidos. En Estados Unidos, los profesores evitan tocar según qué temas identitarios, y en Catalunya de lo que se trata es de evitar que alguien les revele a niños metidos a universitarios que la 'republiqueta' no existe, que cada cual debe poder expresarse en su lengua, que la libertad de expresión es sagrada u otras paparruchas de esas que es mejor no conocer ni de oídas.

Es natural que ante quien defiende ideas distintas a las suyas los chavales respondan con violencia. ¿Y si resulta que les dicen que el lacismo es una estafa de cuatro vividores? Peor aún: ¿y si la charla obliga a alguno de los estudiantes a -Dios no lo quiera- pensar por su cuenta? Ahora estaríamos lamentando desgracias inimaginables, tal vez un cerebro estudiantil empezando a funcionar, aunque fuera al ralentí. Esas cosas es mejor cortarlas de raíz, y si los estudiantes americanos tienen derecho a vivir en su burbuja para evitar un 'shock' identitario, más deben tenerlo los catalanes para evitar un choque con la realidad. Ambas posturas tienen en común su victimismo, y nada está más de moda hoy que ser una víctima.

A los estudiantes es mucho mejor mantenerlos en la ignorancia, no vaya a ser que se salgan de lo que manda el lacismo. De ahí que nadie del ‘governet’ haya condenado el atentado a la libertad de expresión. ¿Cómo condenarlo, si la libertad de expresión es la gran enemiga del ‘procés’? Es cierto que rociaron con líquidos a los malvados que pretendían hablar libremente, pero ni siquiera era ácido sulfúrico, angelitos, lo hacían para proteger sus débiles mentes de frases ofensivas, del tipo «libertad de expresión» o «por una universidad de todos», antaño defendidas en el mismo lugar donde ahora son perseguidas.

En la universidad, antes templo del saber y actualmente de la ignorancia -hoy Unamuno le daría la razón a Millán Astray y gritarían al unísono «viva la muerte»- pensar está mal visto, allí se va a obedecer, no a los profesores, que eso no mola, tío, sino a los líderes políticos. En cualquier otro lugar del mundo se calificaría de fascista a quien asalta y boicotea un acto pacífico. No en Catalunya, ya que ser fascista requiere cierta inteligencia, haber leído un poco, y no es el caso de los universitarios catalanes, que se quedan en imbéciles. Lo cual no les hace menos peligrosos, al contrario, como cuenta Ricardo Moreno en 'Breve tratado de la estupidez humana', es más peligrosa la estupidez que la maldad, puesto que a un malvado con algo de inteligencia podemos convencerle de que su actitud no solo no lleva a ningún lado, sino que incluso le perjudica a él mismo, mientras que a un imbécil no se le puede hacer entender nada. Como el caso de esos ceporros de la UAB, que convierten a la derecha en defensora de la libertad de expresión. Los campus se han creado para emborracharse con botellones, no para que allí pueda hablar libremente quien lo desee, habrase visto.

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