Las derechas

La posibilidad del PP

El incremento del malestar social provocado, no el económico sino ese otro que enrarece el ambiente, no parece la mejor receta para aproximarse al objetivo deseado

casado barones

casado barones / Manuel Bruque / Europa Press

Xavier Bru de Sala

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Así, en singular, el PP solo tiene una posibilidad de volver a La Moncloa y es formar mayoría absoluta con Vox y, si no lo ha absorbido por completo, Ciudadanos. En el pasado, tanto Aznar como Rajoy llegaron al poder con ayudas externas al círculo de la derecha hispanocéntrica. Apoyos como los de CiU o el PNV que se encontraban en las antípodas de los populares en cuestiones esenciales, ahora ya no serán posibles. Ni lo contemplan, ni lo quieren, ni podrían sin un impracticable giro copernicano. La distancia en el eje nacional se ha vuelto abismal. En el eje ideológico, las sensibilidades nacionales contrapuestas arrastran al PP hacia la extrema derecha mientras empujan a las derechas periféricas a pactar con la extrema izquierda.

En consecuencia, la convención de los populares se diseñó con el doble objetivo de ampliar por la derecha el espacio compartido con Vox y por el centro con Cs. El clásico 'catch all'. Pillar de todas partes. Desplegar a ambos lados las palas de la cosechadora para ensanchar la recolección. Pero el problema principal, el reto mayor del PP, no consiste como parece en combinar la absorción de Cs, ni que fuera total, con la contención o la reducción del espacio de Vox, sino en la ampliación del círculo descrito. No es el PP sino la derecha, o las derechas, las que deben acopiar los 25 escaños que les faltan. Por si fuera poco, los tienen que extraer, ya veremos si con fórceps, de una parte de España, no de toda ni mucho menos. O eso o nada. Si al final, después de mucha insistencia y suponiendo un enorme descrédito del PSOE y las izquierdas, la suma de las derechas pasa por ejemplo de los 151 escaños actuales a cerca de 170, sin llegar a tanto, que ya sería muchísimo, quien tendría posibilidades de ser investido en 2024 es Pedro Sánchez, no Pablo Casado. Aún peor, sin contar los partidos de ámbito no general, la suma de la derecha y la de la izquierda proporciona hoy una ventaja de siete escaños para la izquierda. ¿Poco? ¿Fácil de superar? Tal vez, pero en relación al resto, los partidos que son por naturaleza inmutable alérgicos por completo al PP, y no digamos a Vox, superan en conjunto los 35 escaños, mientras que los compatibles no pasan de la media docena mal contada.

El desequilibrio es pues más que notable. Nada conduce a pensar que con la renuncia casi total a hacer nada más que el ridículo en Catalunya, y no solo en términos electorales, el traslado de los buenos resultados en Andalucía de las autonómicas a las generales y la buena imagen de gestores que han conseguido los populares en la misma comunidad más poblada y en Galicia, basten para soñar con un vuelco de la situación. Ni de lejos. Al contrario, la batalla ideológica, el nuevo 'cierra España' que se levanta como una ola se diría que imparable a caballo de las falsedades más deformadas y el fomento de los valores más retrógrados combinados con un incremento de las agresiones amparadas, y fomentadas, contra los colectivos vulnerables, no es el mejor regadío para inundar nuevos territorios sociales. En términos sociológicos la sociedad española no se queda lejos de las más avanzadas en la escala posmaterialista. Si la derecha y sus magistrados no van con cuidado, el efecto de las fobias exhibidas y el ambiente que favorece los brotes mencionados de violencia puede terminar provocando no los efectos deseados sino sus contrarios. De manera que el incremento del malestar social provocado, no el económico sino ese otro que enrarece el ambiente, no parece la mejor receta para aproximarse al objetivo deseado.

¿Qué más queda por explotar? La esperanza, en términos de egoísmo político, que la recuperación se interrumpa y Europa exija restricciones presupuestarias antes de las elecciones. Por si esto no llegara a tiempo, queda todavía el recurso de atizar las brasas del conflicto catalán y pulsar la cuerda de los sentimientos patrióticos heridos, pero no parece muy probable que el previsible estancamiento de la situación, con la batalla entre independentistas, proporcione mucho material aprovechable en los próximos tiempos. Y si no fuera así, si hubiera peligro de verdad, el PSOE siempre dispone del recurso de convertir los aún lejanos comicios en una campaña contra la extrema derecha y el fascismo. La euforia del PP se encuentra pues a distancia de su posibilidad.

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