La nota

Joan Tapia

Presidente del Comité Editorial de EL PERIÓDICO.

Joan Tapia

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Scholz sí, pero...

El líder socialdemócrata necesitará el apoyo del liberal Lindner para ser elegido nuevo canciller de Alemania

Olaf Scholz, líder del SPD

Olaf Scholz, líder del SPD / Reuters / Wolfgang Rattay

Olaf Scholz ha ganado. No solo porque el SPD, con el 25,7% de los votos, ha quedado delante de la CDU (24,1%), sino porque los socialdemócratas han subido 5,2 puntos respecto a 2017 mientras que la democracia cristiana ha caído 8,9, hasta su peor resultado electoral. Y en las encuestas a pie de urna más del 50% han dicho preferir a Scholz, muy por delante de su oponente, Armin Laschet. 

Y es sabido que el triunfo del SPD se debe, en gran parte, a que Scholz, vicecanciller y ministro de Hacienda con Merkel, ha sido visto como el más cualificado y pragmático sucesor de la cancillera, que se retira tras 16 años. Merkel era más centrista que la CDU y Scholz es más moderado que las bases del SPD.

Pero ganar no implica automáticamente gobernar. Dos coaliciones pueden tener mayoría en el actual Bundestag, la del SPD con los verdes y los liberales del FDP (416 diputados), la llamada coalición semáforo por el rojo, verde y amarillo de los partidos que la formarían. Pero también la de la CDU con los mismos partidos (406 diputados). Y las negociaciones no serán fáciles. 

La alianza del SPD con los verdes no tendría dificultades. Ya gobernaron juntos con el canciller Schröder, pero los liberales, recelosos del gasto público, preferirían un tripartito con la CDU. Los verdes tienen más fuerza (14,8% del voto y subida de 5,8 puntos), mientras que los liberales solo han mejorado 0,7 puntos, hasta el 11,5%. Pero sin los liberales no hay coalición válida y su líder, Christian Lindner, exige ser ministro de Hacienda. No es un trago fácil ni para el SPD ni para los verdes, pero Lindner tiene ambición y tras las elecciones del 2017 ya hizo fracasar las negociaciones con la CDU y los verdes. Dijo: más vale no gobernar, que gobernar mal. 

A Lindner tampoco le será fácil repetir lo de 2017, pero el SPD no tiene alternativa (una difícil alianza con los verdes y los postcomunistas no llega a la mayoría, ya que se quedaría en 363 diputados) y el FDP no lo pondrá fácil. Hasta el punto que no se puede excluir del todo una repetición -que hoy no quiere nadie- de la gran coalición (402 diputados).

La confluencia en el centro es hoy una exigencia alemana. Los dos grandes partidos, que llegaron a captar más del 80% de los votos, tienen ahora solo el 50%, pero la fragmentación no ha beneficiado a los extremos sino a los verdes y los liberales. La extrema derecha, con la que nadie quiere pactar, ha perdido más de dos puntos, hasta el 10,3%, y su fuerza se concentra en algunos estados de la antigua Alemania comunista. Al igual que los poscomunistas de Die Linke que, con el 4,9% de los votos, han estado a punto de quedar fuera del Bundestag. En Alemania los únicos pactos posibles, moral y matemáticamente, son los que confluyen en el centro.

Hoy el inconveniente es que el futuro Gobierno, por primera vez de tres partidos, será más difícil de comandar, lo que puede erosionar la autoridad del canciller a favor de las cúpulas partidarias. No sería positivo, ni para la estabilidad alemana ni para una Unión Europea, en la que el liderazgo de la Alemania de Merkel ha sido clave en los últimos años. Y, de entrada, las largas negociaciones que se prevén no son lo más conveniente para una Europa que ya lleva retraso en la adopción de cruciales decisiones. 

La democracia y la necesidad de pacto tienen servidumbres. Al igual que una Unión Europea en la que la soberanía no reside en el Parlamento Europeo, de poderes limitados, sino en los parlamentos nacionales de los 27 estados que la forman.  

Suscríbete para seguir leyendo