Es tiempo de berrea
Cuentan que Rahola cantaba y bailaba con el objetivo de presionar a la justicia italiana para que liberara al Vivales
Gracias a Pilar Rahola, recordé que a finales de septiembre es la berrea. Los ciervos entran en celo y emiten un sonido muy parecido al que salía de los pulmones de la otrora periodista, hoy naturalista experta en imitar voces de nuestra fauna, frente al consulado italiano de Barcelona. Para dotar de mayor veracidad a su excepcional semblanza del macho en celo, incluso brincaba mientras emitía los mugidos.
"Hay que ver la sorprendente similitud con un ciervo en celo", pensé para mí, puesto que lo cortés no quita lo valiente y de justicia es reconocer que todas sus carencias como escritora se tornan virtudes en la berrea.
De haber coronado la testa de Rahola una cornamenta de doce puntas, habría corrido grave peligro de ser cazada y exhibida como trofeo, tal era su analogía fonética y gestual con tan bello animal.
Hay quien sostiene -sin duda para quitar mérito a su exhibición naturalista, que aquí hay mucho envidioso- que lo que hacía en realidad Rahola era cantar 'Bella ciao', de ahí que estuviera en todo momento acompañada de un tipo con una guitarra que parecía sacado de un centro excursionista de los años 60, no le faltaba ni barba entrecana ni mirada de ido. A mí me cuesta imaginar a Rahola cantar aquello de “y la gente, cuando pase, me dirán ¡qué bella flor!” sin que le dé la risa a ella y al público, pero en fin, doctores tiene la iglesia. Al parecer, 'Bella ciao' es una canción que cantan todos los revolucionarios del mundo que tienen casa en Cadaqués e hijos en colegios privados de lujo. Suelen entonarla después de alguna mariscada, cuando los cafés dejan paso a los licores de a 100 euros la botella, justo antes de cantar 'La Internacional'.
Quienes defienden que, por increíble que parezca, lo que hacía la Rahola no era mugir y triscar, sino cantar y bailar, cuentan que era una forma de presionar a la justicia italiana para que liberara al Vivales, otro revolucionario de los de guitarra en bandolera y bolsillo relleno. Como medida de presión, no hay duda de que es efectiva. La sola posibilidad de que Rahola repitiera la berrea, esta vez en las calles de Italia, fue suficiente para que pusieran en libertad al Vivales. Y habrían dejado libre al mismísimo Totò Riina.
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