El desliz

El volcán de Palma, La Palma y Las Palmas

Estos días se está produciendo una reivindicación de la bella asignatura de Geografía, tan denostada por quienes repiten lugares comunes sobre la inutilidad de estudiar materias que exijan memorizar sitios y conceptos

Erupción del volcán de La Palma

Erupción del volcán de La Palma / DPA / ARTURO JIMÉNEZ

Pilar Garcés

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Voy a emular a la ínclita ministra Mrs Wonderful de Turismo Reyes Maroto, superviviente del apocalipsis socialista de Madrid, del día de furia de Pedro Sánchez cuando entró con su catana en el consejo de ministros y topó con Ábalos y Carmen Calvo, y ahora de la erupción del volcán de La Palma, que calificó de «espectáculo maravilloso» y trató de vender como «reclamo» para los viajeros. De todas las situaciones horribles se puede extraer algo positivo. La cosa es más fácil si tú estás en tu despacho ministerial o en uno de esos desayunos informativos llenos de palmeros (no pobladores de La Palma, sino pelotas y aplaudidores de eventos), y no huyendo de la lengua de fuego después de ver cómo desaparece tu casa, tu campo o la escuela donde trabajabas. Pero nunca es mal momento para ser optimista y sacar algún provecho de las calamidades que se nos vienen encima con inquietante frecuencia. Tal vez no nos damos cuenta, pero estos días se está produciendo una reivindicación de la bella asignatura de Geografía, tan denostada por quienes repiten lugares comunes sobre la inutilidad de estudiar materias que exijan memorizar sitios y conceptos, y prefieren dedicar todos los esfuerzos lectivos a profundizar en las emociones y los sentimientos. La ministra Maroto debe pertenecer a este club, de ahí su prisa por reciclar el miedo y la pena en una imaginativa oportunidad de negocio. También están dentro los periodistas y/o usuarios de las redes sociales empeñados en reubicar el río de lava en Mallorca. Obedeciendo a quienes propugnan no perder un minuto en aprenderse los ríos de España, las capitales de Europa o los nombres de las islas de los dos archipiélagos patrios, se pone Palma en Google Maps y que sea lo que Dios quiera.

Estamos muy acostumbrados a que nos confundan, de hecho a la capital balear la rebautizaron redundantemente «de Mallorca» para evitarles errores a los de Correos de la Península, pues siempre te das más prisa si transitas por la calle de en medio. Sin embargo, asistimos a un nivel superior de pérdida de coordenadas cuando una televisión nacional convierte esta semana un paseo preelectoral del alcalde de Palma José Hila por el palmesano barrio de Son Dameto en una visita a los evacuados del volcán. «Así está en estos momentos Palma de Mallorca», subrayaba sin cortarse un pelo otro internauta que compartía una imagen del cono echando humo, y lograba cientos de retuits y cuchufletas de mallorquines indignados. No es fácil aclararse, y algunos estamos hartos de hacer el esfuerzo. «¿Que te vas a trabajar a Palma? Pues qué bien, puedes quedar con Rosamari, que también se ha ido a trabajar allí». Mi vecina enfermera se había mudado a Las Palmas de Gran Canaria. «¿Qué vives en Palma?» Mi prima viaja en quince días a Lanzarote, le diré que te llame». «Ya que estás en Palma, habrás aprovechado para visitar el Teide, dicen que es impresionante». «La suerte que tienes tú viviendo en la isla de Las Palmas, que allí hace verano todo el tiempo. No debes necesitar ni abrigo». Me compré un mueble zapatero que tardó tres meses en llegar porque primero visitó Canarias, que es el archipiélago que se ve mejor en el mapa del tiempo. Por cierto, por aquí no tenemos volcanes, pero sí nos amenaza una Dana de lluvias y torrentadas que no es tan espectacular, pero también resulta fotogénica. A cada Palma lo suyo.

Suscríbete para seguir leyendo