Catalunya

Y a pesar de todo, la mesa (de diálogo) va

Primero debe construirse una cierta empatía y reconocimiento mutuo entre negociadores. Para posteriormente entrar en materia

mesa de diálogo sobre Catalunya, en el Palau de la Generalitat

mesa de diálogo sobre Catalunya, en el Palau de la Generalitat / Ferran Nadeu

Gemma Ubasart

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Justo una semana después de la reunión de la mesa de diálogo, liderada por los presidentes del gobierno catalán y español, se producía la detención y posterior puesta en libertad de Carles Puigdemont en Cerdeña. Muchos se han preguntado sobre la afectación de este episodio en el trabajo iniciado días antes. De manera explícita parece que tanto Pedro Sánchez como Pere Aragonès, aunque con mensajes diversos, han querido preservar públicamente la vía de diálogo. En mi opinión lo que ha sucedido en la isla italiana podría no afectar la apuesta emprendida por ambos ejecutivos; es más, si Pere Aragonès y Pedro Sánchez saben jugar bien, podría verse esta vía reforzada. Me explico. Los hechos señalados han hecho emerger dos aprendizajes que, si se toma buena nota de ellos, pueden ayudar a falcar la mesa.

Una primera constatación: con los indultos no había suficiente. El PSOE ha fiado solamente a esta medida de gracia la creación de las condiciones de posibilidad de la mesa. Pero a la primera de cambio se hace evidente que la existencia de exiliados supone una importante presión. Posponer eternamente la reforma del delito de sedición del código penal u otras vías explorables quizá no sea un buen negocio. Una segunda, que ciertos sectores del llamado 'deep state', de los aparatos estatales, van a intentar boicotear la apertura de melón territorial. Ahora más que nunca, si se quieren realizar buenos análisis, que enmarquen las actuaciones de los actores, se requiere de mucha rigurosidad: Gobierno es distinto que Estado, y este último no actúa como un todo unitario. El episodio de Alguer no será ni mucho menos el último que genere tensión. Los actores protagonistas necesitarán de ingentes dosis de cabeza fría y mirada larga.

Punto de partida compartido

Aunque desde el principio ha predominado en la opinión publicada (que no pública) una imagen catastrofista del futuro del diálogo, cualquier experto en estos temas sabe que lo importante es que la mesa va, que está en marcha, que han empezado los encuentros. En estos procesos, de importante complejidad, el camino se hace al andar. Primero debe construirse una cierta empatía y reconocimiento mutuo entre negociadores. Para posteriormente entrar en materia.

Además, conviene apuntar que los actores políticos que conforman el gobierno catalán y español -ERC, JxCat, PSOE y Podemos- tienen un diagnóstico y pronóstico mínimo común de partida. No es cosa menor, han tardado una década en llegar a este punto. En primer lugar, parten de la constatación de que existe un conflicto político y que debe resolverse políticamente. Queda lejos aquella visión de la era Mariano Rajoy en la que el que se concebía la situación contenciosa como un problema de orden público. Y también se ha superado la versión del primer Pedro Sánchez en la que se reducía la cuestión a una fractura de convivencia entre catalanes.

En segundo lugar asumen que debe desjudicializarse el conflicto para poder avanzar. En tercer lugar, todas estas formaciones entienden, con distintos matices, que se ha agotado el modelo autonómico impulsado a partir de los años ochenta. Finalmente, aceptan la existencia de un momento refrendario, del uso de instrumentos de democracia directa, para transitar una solución.

Metodología, tiempo y discreción

A partir de aquí, cada uno lleva el agua a su molino. Es compatible decir que a pesar de estos consensos mucho es lo que les separa. Y el resultado del proceso negociador, si se llega a buen puerto, no va a gustar a nadie. Los actores en juego asumen riesgos, aunque también saben que quien se levanta de la silla pierde capacidad negociadora en el próximo intento.

Y ya para terminar, señalar los tres ingredientes que me parecen indispensables para recorrer el primer tramo de proceso con éxito: metodología, tiempo y discreción. Un primero: pactar una metodología para el avance del diálogo, la negociación y el pacto. No sería mala idea contar con facilitadores o mediadores internacionales y expertos en estos tipos de procesos. Un segundo: no hacerse prisionero de fechas imposibles. El proceso no puede demorarse eternamente, sería bueno ir plasmando algunas consecuciones, pero es importante darse tiempo. Finalmente, discreción. Proteger la mesa de filtraciones mediáticas e intromisiones partidistas.

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