Pros y contras

Puigdemont inflamable

Ni es brillante intelectualmente ni es un político memorable, pero es hábil

Carles Puigdemont sonríe mientras posa para fotografías para una convención en Alghero, en la isla de Cerdeña.

Carles Puigdemont sonríe mientras posa para fotografías para una convención en Alghero, en la isla de Cerdeña. / MIGUEL MEDINA

Emma Riverola

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Puigdemont representa mucho más de lo que es. Ni es brillante intelectualmente ni es un político memorable, pero es hábil, tiene una fe y un enemigo. Un enemigo que, además, juega a su favor. El independentismo y el PP supieron retroalimentarse oportunamente. Y la lucha continúa. Ahora, es Puigdemont y el soberanismo más ultramontano contra la España ultraconservadora que, entre otros, aún mantiene buena parte del poder judicial. Entre extremos anda el juego. 

Líder populista, capaz de aglutinar algunas de las personalidades más esperpénticas de nuestra sociedad, sin más discurso que hacer piña contra el enemigo y desprestigiarlo. En el vocabulario de Puigdemont, España es el mal. Como es el infierno, no hace falta distinguir la obra del PP de la del gobierno progresista. A pesar de las consignas de los suyos, su efecto en Europa ya es muy escaso. Pero para la estabilidad de Catalunya, también de España, es necesario encontrar una solución para Puigdemont. Complicado para Pedro Sánchez y Pere Aragonès. Pueden perder tantas prendas en la empresa que corren el riesgo de dejarse algo más que piel. Por acción o reacción, Puigdemont es material inflamable, y hay intereses dispares en prender una cerilla.

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