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Merkel deja su sello

La cancillera ha actuado como una conservadora poco dada a los dogmatismos y más inclinada a adaptarse a la realidad circundante

Angela Merkel

Angela Merkel / REUTERS / FABRIZIO BENSCH

Las elecciones legislativas que hoy se celebran en Alemania cierran un ciclo político de 16 años encarnado en la figura de la cancillera Angela Mergel. Con sus errores y aciertos, con su evolución hacia una forma de 'real politik' con rostro humano que no siempre ha complacido al ala más dura de la democracia cristiana, Merkel ha garantizado un largo periodo de estabilidad a la primera economía de la Unión Europea y ha modulado las tensiones inherentes a todos los gobiernos de coalición sin mayores sobresaltos. Ha sabido, en fin, mantener una relación serena con los socialdemócratas, que han sintonizado más con la línea fijada por Merkel que discrepado de ella.

Tal estabilidad se ha reflejado tanto en el plano interior como en el exterior. De puertas para adentro, con la necesidad manifiesta de quienes hoy aspiran a sucederla de dar con la tecla que les permita aparecer con los depositarios sin riesgo del legado de la cancillera; de puertas para afuera, mediante la impregnación para bien y para mal del estilo Merkel a todas las decisiones importantes adoptadas por Bruselas y en la relación de los europeos con sus aliados y adversarios, incluida Rusia.

Cosa distinta es que los contendientes que aspiran a ganar la Cancillería hayan logrado transmitir la sensación de que, en alguna medida, manejan los mismos resortes de eficacia y autoridad que Angela Merkel. Quizá solo el candidato del SPD, Olaf Scholz, lo haya logrado, facilitada su labor por la torpeza del democristiano Armin Laschet y el progresivo debilitamiento de la ecologista liberal Annalena Baerbock, lastrada por algunas lagunas en su comportamiento político y su historial académico. En los vaticinios de las encuestas que prevén una victoria de Scholz se recoge bastante la impresión de la calle, que ve en él al mejor dispuesto para encarar la sucesión, finalmente una forma de cambio, sin que nada sustancial cambie.

Ese deseo de continuidad es compartido por la Unión Europea a pesar de que no siempre ha sido fácil en los últimos 16 años casar las exigencias alemanas con los requerimientos de algunos países, especialmente los del sur, en momentos de crisis agudas como la que desencadenó el colapso financiero de 2008 y la austeridad impuesta por Berlín. Pero acaso las lecciones aprendidas en aquel entonces tengan mucho que ver con la evolución experimentada por Merkel que, en mitad de la pandemia, fue la voz decisiva que puso en marcha el programa 'Next Generation', asociado a la emisión por la Comisión Europea de deuda pública para financiarlo. La mutualización reclamada por diferentes voces se hizo realidad, siquiera sea por una vez, para atender a un concreto y específico plan de reactivación de la economía.

En última instancia, Merkel ha actuado como una conservadora poco dada a los dogmatismos y más inclinada a adaptarse a la realidad circundante, complicando incluso su relación con sus compañeros de la CDU y con los integrantes más inflexibles del Partido Popular Europeo. Su comportamiento durante la crisis migratoria de 2015, cuando los partidarios de la Europa fortaleza levantaron barreras fronterizas, fue ilustrativo de esa forma sosegada de entender la política. Y así, al marcharse Merkel, acaso el deseo más compartido es que nada o muy poco mute en el ADN político de Alemania.