Despedida de la cancillera

Camino Mortera-Martínez

Investigadora en el Centre for European Reform

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El miedo a perder a Merkel

Ha sido la líder de Alemania durante unos años en los que los intereses de su país y los de la Unión Europea han sido prácticamente los mismos

Angela Merkel

Angela Merkel / REUTERS / FABRIZIO BENSCH

Decía Mark Twain que el alemán debería formar parte de las lenguas muertas, ya que solo los muertos gozan del tiempo necesario para aprender a hablarlo. A mí, que me pasé una larga (y muy viva) temporada en Berlín desentrañando los misterios de las declinaciones germanas, me parece un idioma endiabladamente maravilloso. El alemán, a diferencia de sus hablantes, carece de toda lógica. No hay reglas que expliquen por qué el tiempo es femenino mientras que un niño (o, lo que es más desconcertante, una niña) pertenece al género neutro. Como intentando vengarse de una vida plagada de normas, los germanoparlantes se conceden el lujo de inventarse palabras larguísimas que encapsulan momentos, tendencias e incluso sentimientos. No existe traducción directa para 'Schadenfreude', pero todos lo hemos experimentado alguna vez. Tampoco hay traducción sencilla para algo que los europeos ni siquiera sabíamos que padecíamos: 'Merkelverlustangst', el miedo a perder a Merkel.

Dice mi hermano que las películas de Disney son terriblemente crueles porque se ceban en el peor miedo de un niño: perder a su madre. Estos días, los europeos somos un poco esos niños de Disney porque, aunque sé que a ella no le gusta el mote, Merkel ha sido la madre de todos durante estos últimos 16 años. Ahora que ya somos adolescentes, y estamos en el buen camino, nos deja. Nosotros, como cualquier adolescente, no sabemos muy bien qué hacer. Y nos entra el 'Merkelverlustangst' y nos decimos que bueno, que se quedará al menos unos meses más, que estará ahí, en la sombra, velando porque todo vaya como tiene que ir y que, en el peor de los casos, se ocupará de nosotros el tío Emmanuel o la tía Ursula. Porque lo de los tíos Olaf, Armin y Annalena (los tres candidatos más firmes a suceder a Merkel) no lo tenemos tan claro. Si de repente el tío Markus (Söder, líder de la facción bávara del partido de Merkel) se lía la manta a la cabeza y se pone al mando, más que desolados nos quedaríamos desconcertados.

No hay país que se haya beneficiado más de la moneda única que Alemania

Porque la realidad que Disney entiende tan bien es que madre no hay más que una. Los últimos diez años han sido duros y cruciales para la Unión Europea. Como en toda familia, ha habido dramas, golpes en la mesa, portazos, discusiones y reconciliaciones. Pero, en todos estos años, Merkel nunca ha dicho esa frase tan de madre (una lo es, y lo sabe) de “cojo la puerta y me voy”. Lo que no quiere decir que no haya amenazado con echar a algún miembro de la familia – ocurrió con Grecia durante la crisis de la eurozona y con Italia y España durante la crisis migratoria (aunque esa idea del 'Mini Schengen' parece que se nos haya olvidado). 

Merkel ha sido una líder sobria, pragmática, indispensable. Pero sobre todo, Merkel ha sido la líder de Alemania durante unos años en los que los intereses de Alemania y los de la Unión Europea han sido prácticamente los mismos. La canciller no “salvó el euro” porque creyera en el proyecto, sino porque el final del euro hubiera supuesto un duro golpe para Alemania, cuyos parámetros económicos han definido el desarrollo de la eurozona desde su inicio. No hay país que se haya beneficiado más de la moneda única que Alemania. Tampoco fue el idealismo lo que guio a Merkel durante las negociaciones del Brexit. Su defensa a ultranza del mercado común, aun a costa de los intereses cortoplacistas de la industria alemana, fue clave en la fortaleza de la posición europea frente a Londres. Pero en realidad, Merkel hizo un cálculo muy acertado: mejor perder un poco ahora para ganar mucho después. Los fabricantes de coches alemanes se benefician mucho más de un mercado común cohesionado a 27 que de uno fragmentado a 28. 

Merkel se va, y nos va a dejar muy solos. La canciller nacida tras el 'telón de acero', mujer fuerte, independiente y empática, posee un conocimiento de la problemática geopolítica europea que muy pocos líderes comparten. Es la magia de las madres: no hace falta que tengan hijos para saber que todo el mundo necesita guía, apoyo y consuelo a partes iguales. Ojalá el líder que venga sea tan madre como Angela. 

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