APUNTE
No hay cable que conecte
Albert Guasch
Periodista
Ronald Koeman es un ahorcado con la soga al cuello. Solo falta saber cuándo Laporta le pegará la patada al taburete sobre el que apoya los pies el técnico. Lo que tarde en encontrar un sustituto de su agrado, es bien sabido. Koeman no se ganó la clemencia presidencial con el partido en Cádiz, irreconocible ayer el Barça hasta en la indumentaria. De morado compareció un grupo amoratado, sin calcio en los huesos y confuso en casi todos sus movimientos. Ni perforar al Cádiz, rival blando y fofo, pudo el Barça, reflejo de que no tiene colmillo ni para las misiones menos exigentes que brinda el calendario competitivo.
El equipo barcelonista fue una colección de cables incapaces de conectar. Apenas creó un par de chispazos que Memphis desaprovechó. Se le ha cortado el gas al delantero que tantas esperanzas encendió al principio de la temporada. Erró dos ocasiones flagrantes que pudieron aliviar el sofoco permanente en que vive el entrenador. Y si él, de los pocos con hechuras de salvador en la plantilla, falla, el barcelonismo no puede más que dejarse engullir por la fatalidad. Porque el resto también está seriamente averiado.
Más ruido
No hay extremos que puedan desbordar, no hay recursos para abrirse paso por medio, no hay una pizarra que cohesione y convierta la alineación en un colectivo que intimide. El juego no está a la altura de la marca de la institución y de su prestigio histórico, tan desorientada su presidencia como el banquillo y los futbolistas. El césped parece una maleza para el Barça actual, incapacitado de maniobrar por sus propias limitaciones. Unos arreones aquí, otros allá, siempre a riesgo de desfallecer atrás. A eso confió sus amenazas ante el marco contrario. Al ímpetu, al golpe de cadera, a la suerte. El gol cuesta como cavar una zanja sobre un terreno de piedra. Un esfuerzo agotador y a menudo inútil.
Vienen más días de convulsión, de ruido de destitución, que puede o no hacerse ya realidad en función del sustituto y de las prisas que tenga el presidente, que ganas no le faltan. No debe esperar Koeman palabras de apoyo de la directiva, más allá del protocolario. Y quizá ya ni eso. La patada se ve venir.
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