Leo Messi

Sergi Sol

Periodista

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El ocaso del mito

El argentino jamás será en el PSG lo que fue en el Barça y no solo porque ya no es un muchacho deslumbrante. Quien tuvo, retuvo. Pero ya menguando

Messi realiza un gesto de incomprensión hacia Pochettino tras ser sustituido.

Messi realiza un gesto de incomprensión hacia Pochettino tras ser sustituido.

Messi anda triste por París. Juega en un gran equipo. Pero el equipo no juega para el. Y hasta lo cambian cuando está en juego la victoria.

Y eso hiere. En el Barça, Messi era Dios. En el campo, en el vestuario y en los despachos. No siempre fue así y qué decir cabe que se ganó a pulso el estrellato. Lo que no quita que cuando empezó, con Eto'o y Ronaldinho, no era él quien mandaba en el campo. El equipo, como tal, era mucho más sólido. Luego el Barça pasó progresivamente a ser menos equipo y a jugar todos para Leo Messi, amo y señor.

El triplete de 2015 fue más bien un espejismo, un canto del cisne. Recuerden esa Liga malograda que se llevó el Atlético, con un Barça renqueante y un Messi ausente sobre el césped. 

Messi jamás será en el PSG lo que fue en el Barça y no solo porque ya no es un muchacho deslumbrante. Quien tuvo, retuvo. Cierto. Pero ya menguando.

El que fuera el mejor jugador del mundo -gracias también a estar arropado por un equipo sin igual- afronta la recta final de su carrera cabizbajo y soñando con el Mundial con Argentina, como el broche de oro a su carrera.

Seguir con que es el mejor es una letanía melancólica que no cuela. E incluso da cierta grima, luego de años de ser vapuleado en la Champions ante medio mundo y el estupor de la hinchada culé. Incluso Koeman pudo sacar pecho del 0 a 3 ante el Bayern, habida cuenta que en la anterior ocasión les metieron 8, con toda la artillería en el campo.

La de Messi con el Barça es la historia de no saber acabar a tiempo. Messi malogró su madurez y el Barça arruinó sus arcas. Messi ha sido el mejor y ha dado al Barça grandes éxitos, como nunca antes, sin lugar a dudas. Aunque también es cierto que le pagaron cada minuto holgadamente y que, cuando no le pudieron pagar, con las arcas exhaustas, se fue donde había dinero y equipo. Esa es la dolorosa verdad que ha sumido el barcelonismo en la debacle, la nostalgia y el desazón, sin ton ni son. El futuro blaugrana, con el actual presente, es tan poco alentador como el equipo que corretea por el campo y que el Bayern manejó como a un juguete. 

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