APUNTE

El patio del ollazo

La disyuntiva para Laporta debería ser entre la ejecución inmediata o la paciencia, pero conocerse su plan para este año con claridad

Ronald Koeman.

Ronald Koeman. / JORDI COTRINA

Albert Guasch

Albert Guasch

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Querían jóvenes, pues aquí los tienen, espetó Koeman. Protegió su tambaleante cargo con una defensa de 19,7 años de media. Llamativo, pero nada raro. Cabe entender que florezcan las dudas sobre su pertenencia a la estirpe de los grandes estrategas del fútbol, pero no se puede dudar de que La Masia tiene motivos para recuperar la sensación perdida de excitación. A saber si por mucho tiempo.

Koeman puso a un grupo imberbe pero desde luego no le llevó a desplegar un juego moderno. Tan antiguo que hasta recurrió a la táctica cruyffista de insertar un central (Piqué) como si fuera Alexanco. Lo más rudimentario del manual del profeta. 

Resultó todo tan innovador, tantas piernas que se juntaban por primera vez, que en este fuego nuevo cabía esperar sobre todo que hubiera ritmo, intensidad, un sentido vibrante del juego. Los 27.000 espectadores (la crisis social del barcelonismo prosigue) vieron una segunda parte de eso, pero sin ningún sentido de la elaboración. El templo del pase quirúrgico y la sofisticación fue ayer un patio para el ollazo. No es lo que se espera del Barça. La herida estética fue grave.

El liderazgo de Araujo

Pero después de una primera parte plana, en el que se respiraba un ambiente de abismo, el espíritu inconformista que demostró el equipo, en particular Araujo, excitó a la grada, que se sintió a la par espoleada por la desafortunada gestión del árbitro del tiempo, y ya se sabe que el Camp Nou se crece ante la sensación de injusticia. Pero volviendo a Araujo, asumió un liderazgo ante la adversidad sobresaliente. Ojalá se viera en otros con más galones. 

Koeman no ganó adeptos perdidos anoche. Seguirá sin sintonizar con el palco aunque sacó a escena a Riqui Puig. No hay pegamento en este equipo. Y al presidente le toca decidir si el mal radica en el entrenador o en los jugadores; si siente que otro en el banquillo (a saber quién) puede sacar mejor rendimiento a esta plantilla flaca de recursos, sin extremos, por ejemplo, y con lesionados sustanciales.

La disyuntiva para Laporta debería ser entre acción inmediata o paciencia. Si es lo segundo, debería saberse con más claridad. Y si no, alea acta est. Los relevos en septiembre hablan tan mal del despedido como del que despide. Pero uno o lo otro. Que las ruedas de prensa de Koeman empiezan a tener un regusto angustiante.