Pros y contras

Josep Maria Fonalleras

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El espectáculo del volcán

Qué daño, el de la naturaleza y su elogio. Acabamos diciendo tonterías colosales o caemos por la azucarada pendiente de los románticos

Así es (y así era) el volcán en erupción de La Palma

Así es (y así era) el volcán en erupción de La Palma

El elogio de la naturaleza como espectáculo ha hecho mucho daño. Hay quienes contemplan el paisaje, los fenómenos naturales, como la máxima expresión de la belleza, en estado puro, sin interferencias humanas. Más genuina, más auténtica que ninguna obra de arte. Es el hombre ante el mundo, ante la montaña altiva, el mar airado, los ríos salvajes o los saltos impetuosos de agua. O ante (y bajo) la erupción de un volcán.

Por eso entiendo la reacción espontánea de la ministra de Turismo, Reyes Maroto, cuando no pudo evitar calificar de reclamo turístico "este espectáculo tan maravilloso de la naturaleza". Lo matizó, sin duda, y dijo que estaba preocupada por la seguridad de los ciudadanos, pero la frase gloriosa ya estaba dicha. No he visto ningún volcán en acción, pero he olido, en Sicilia, el azufre que convierte la atmósfera en un aire irrespirable y he visto columnas activas de humo que avisaban del latido del corazón de la tierra. Es un espectáculo, claro, y quiero pensar que cuando escupe lava la cosa se convierte en una auténtica ópera con fuegos artificiales. Qué daño, el de la naturaleza y su elogio. Acabamos diciendo tonterías colosales o caemos por la azucarada pendiente de los románticos.

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