Deglutir el 1-O
Cuatro años después de aquel 1 de octubre, las circunstancias nos han llevado a una mesa de diálogo. La diferencia es sustancial, pero en positivo
Álex Sàlmon
Periodista. Director del suplemento 'Abril' de Prensa Ibérica.
Álex Sàlmon
Se acerca el 1-O. Se esperan movilizaciones, conciertos, manifestaciones y mucha declaración. Han puesto más esperanzas organizativas en esta jornada que en la Diada. La diferencia con otros años es que los políticos que pasaron por prisión están en la calle gracias a los indultos.
No hay duda de que aquel 1 de octubre fue un doble fracaso del Estado. Por un lado, su inoperancia a la hora de localizar las urnas. Estas fueron presentadas como estrellas de cine en el plató montado por Jaume Roures. Por otro lado, una torpe actuación policial. Las imágenes se convirtieron en un éxito rotundo para el independentismo, que utilizó de forma resolutiva.
Después solo se necesitó que las redes multiplicaran los impactos, a veces con falsedades, otras con imágenes veraces. La comunicación y su idea fuerza ya estaban consolidadas.
Claro que también el Estado demostró solidez, a la vez que lentitud y seguridad en sus movimientos. El discurso del Rey y la manifestación del 8 de octubre equilibraron lo que era una evidencia: que hay catalanes independentistas y otros constitucionalistas. Y que, afortunadamente, Catalunya no es ‘un sol poble’. Como en todas las democracias occidentales, hay de todo.
Algunos intentan equiparar aquella jornada a un éxito de su democracia. Ya sabemos que las democracias hechas a medida son un engaño. Aquella fue una jornada triste donde se intentó igualar una urna a una acción democrática. Y así acabó todo.
Para el ‘procesismo’ está viva la memoria del 1-O. Es un recuerdo cercano y concreto. Ayuda a entenderlo todo como objetivo en sí mismo. O sea, desgastar al Estado. Y ahí siguen muchos.
Pero, aunque el Gobierno de entonces no estuviera a la altura de las complicadas circunstancias que se le vinieron encima, aguantó.
Ahora, tras cuatro años, las circunstancias nos han llevado a una mesa de diálogo. La diferencia es sustancial, pero en positivo. Ha enmudecido el ruido de los helicópteros sobrevolando la ciudad, no se queman contenedores y las cicatrices del asfalto han desaparecido. Todo igual. Sí. Pero algo mejor.
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