Pros y contras

Emma Riverola

Escritora

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El botellón de la desconexión

Es posible entender las motivaciones que llevan a miles de jóvenes a los botellones, pero también la necesidad social de atajarlos

Otra noche de botellones en Barcelona

Policías huyendo a la carrera ante una turba de jóvenes. El vídeo muestra la imagen en Tiana (Maresme), pero la escena se ha repetido en numerosos lugares durante este verano. En otros, ni siquiera hay desbandada policial. Demasiada multitud para cualquier intento de control.

Vayamos al inicio. Los botellones se iniciaron hace poco más de 20 años y con una finalidad clara: beber y reunirse a bajo coste. Lo precios de la bebida en bares y discotecas alejaban a los jóvenes del ocio nocturno o les obligaba a limitarlo. La costumbre de quedar primero de botellón y luego ir a la discoteca estaba totalmente arraigada antes de la pandemia. Después llegó lo que ya sabemos, meses de reclusión, pesadumbre y ocio nocturno cerrado. El cóctel perfecto. Es posible entender las motivaciones que llevan a miles de jóvenes a los botellones, pero también la necesidad social de atajarlos. No solo por los problemas que genera en el espacio público, sino por la altísima cantidad de alcohol que se consume y ahora, además, por el desprecio a cualquier intento de orden. No hay control, tampoco protección. A medio plazo, más problemas de salud, más vida en los márgenes, más desconexión para una juventud con falta de asideros.  

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