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Desencanto blaugrana

El Barça ha vivido épocas difíciles y años de sequía de títulos. Ahora hay nombres que invitan a soñar. Pero deben concretarse, más temprano que tarde

Barça Bayern TV

Barça Bayern TV / FC Barcelona

El retorno del fútbol a los estadios era un deseo generalizado que se concretó a primeros de agosto con un porcentaje de aforo que, tras las últimas noticias positivas de control de la pandemia, se ha elevado a un máximo del 60%. En el caso de Catalunya, el Procicat establece la asistencia en un 30%, contando con la distancia de seguridad exigida, que aún reduce más las posibilidades. En el Camp Nou, por ejemplo, pueden entrar cerca de 30.000 espectadores, para un estadio que roza los 100.000 de capacidad. En unas circunstancias normales, esta cantidad sería irrisoria, y habría largas colas para poder ser uno de los privilegiados a la hora de asistir en directo a los partidos. Pero no son normales. Por los efectos de la pandemia, por supuesto, pero también por una sensación de desafección creciente, que se ha confirmado con los primeros datos de la temporada. Fueron poco más de 15.000 los socios abonados que solicitaron entrada para el primer partido, y no llegaron a 20.000 los que pidieron ver el segundo. Y solo 31.213 solicitaron entrada para asistir al estreno de la Champions contra el Bayern, en teoría el duelo más atractivo de los que se han disputado hasta hoy. Para el encuentro contra el Granada de este lunes, las peticiones son únicamente 23.617. En resumen, el aficionado culé no ha respondido con entusiasmo, ni mucho menos, a la posibilidad de volver al Camp Nou, un deseo que la pandemia había hecho imposible durante más de un año. 

¿Los motivos? De naturaleza distinta, pero concentrados en uno que, hoy por hoy, preside la realidad blaugrana: la falta de motivación. Deben tenerse en cuenta, también, las dificultades administrativas y tecnológicas para acceder al proceso de reserva de la entrada y, de manera especial, un dato muy significativo, consecuencia directa de los estragos de la pandemia. Esta temporada ha habido 26.238 abonados (8.000 más que el año anterior) que han solicitado una moratoria en el abono, con lo cual la cifra total de 83.500 ha pasado a ser de poco más de 57.000. Aun así, la causa principal para que la dilatada pasión por el fútbol en el coliseo blaugrana se haya desinflado cabe buscarla en las prestaciones del equipo y en una sensación que trasmitió Piqué, al acabar el partido del martes y que parece que ha calado en la afición: «Es lo que hay». Es decir, hoy por hoy, el Barça –más allá de graves problemas económicos, de las pérdidas ocasionadas por el covid-19, de la nefasta gestión de las anteriores juntas, del adiós de Messi y de la falta de refuerzos notables– es un equipo deshilachado, con pocas esperanzas en el futuro y con un presente melancólico, en el que se duda de su capacidad competitiva y en el que la figura del entrenador está en entredicho

El Barça ha vivido épocas difíciles, situaciones dramáticas y largos años de sequía de títulos. No es novedad, aunque el fantasma del argentino ausente siga planeando sobre el césped del Estadi. El barómetro de los socios que no se ven interpelados para acudir al campo arroja cifras preocupantes (no solo desde el punto de vista económico sino de entusiasmo colectivo). A diferencia de otras latitudes, en el Barcelona es más importante disfrutar del juego que amarrar un resultado o jugar a no perder. Para que el público vuelva al Camp Nou será preciso que el equipo haga frente al desencanto actual, con nombres que invitan a soñar, aunque sea con sordina: los recuperados Fati o Dembélé; los emergentes Demir, Gavi, Nico o Balde; los jóvenes De Jong o Pedri. Hay futuro pero, más temprano que tarde, debe concretarse. Por más razones que analicemos, esta es la crucial.