Tras la pandemia

El limbo de la inseguridad ciudadana en Barcelona

Hemos vuelto a ocupar el espacio público con los mismos viejos hábitos, rutinas en tiempo y forma. La delincuencia también.

La Guardia Urbana ha reforzardo su operativo en la ronda de Sant Antoni para tratar de frenar el incivismo y conflictos que denuncian vecinos y comerciales.

La Guardia Urbana ha reforzardo su operativo en la ronda de Sant Antoni para tratar de frenar el incivismo y conflictos que denuncian vecinos y comerciales. / ALVARO MONGE

Carol Álvarez

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Un taxista en ruta desde el centro de Barcelona hasta el Gornal, en L'Hospitalet, cabecea inquieto al volante mientras observa la poca fluidez del tráfico. Son las cuatro de la tarde pasadas y el carril en la otra dirección, de entrada a Barcelona,  registra retenciones. Es la misma congestión que había antes de la pandemia, dice el taxista con tono entre serio y resignado. Como si la pandemia no hubiera pasado, como si no hubiéramos aprendido nada.

La huella de CO2 de la contaminación se agranda por momentos, y las carreteras vuelven a estar atestadas, hemos vuelto a ocupar el espacio público con los mismos viejos hábitos, rutinas en tiempo y forma. Llevamos mascarilla pero nada más nos distingue de la era anterior, cuando pandemia era una palabra que evocaba países lejanos y de otros tiempos dejados muy atrás.

El robo y el engaño

Con este septiembre post oleada de virus llega la prueba de fuego también para la seguridad. El poco movimiento en las calles trasladó a la delincuencia a otros modus operandi: la violencia del tirón de bolso y la amenaza de una navaja, incluso el hurto al descuido en una aglomeración, dio paso a la estafa telefónica, por internet. Falsos revisores del gas han desplumado a mujeres mayores, espabilados de la informática han rapiñado dinero de cuentas bancarias al descubierto. Pero con los autobuses llenos otra vez, con las movilizaciones en la calle, las fiestas mayores de retorno, vuelve lo de siempre.

La carpeta de la prevención

 Este verano no hemos sufrido la crisis de seguridad de otros años en Barcelona: sin turistas, con restricciones, otros problemas han pasado por delante en la ciudad. Pero debería reabrirse cuanto antes la carpeta de la prevención, al igual que el Ayuntamiento ha aprovechado la experiencia y la reflexión de los largos meses de excepción que han llevado a Barcelona a ser un laboratorio de ideas puestas en práctica en materia medioambiental. Las superislas, por ejemplo, pueden ser una propuesta con claroscuros, pero solo con su ejecución podemos pasar de los debates estériles a los que modelan como arcilla una posible alternativa de futuro en nuestros barrios. 

El caso danés

La asignatura de la seguridad ciudadana no debería quedar en ese limbo actual. La propuesta antigua de endurecer el Código Penal para separar a los multirreincidentes de la sociedad está en un tejado en Madrid, así como la falta de recursos para dar agilidad a los juzgados, y al final la prevención en nuestras calles depende de un poder de proximidad, así como el control de los flujos de la delincuencia. Ya se han dado pasos para establecer una especie de “mapas del calor” del delito en pandemia, pero más interesantes resultan, por ejemplo, medidas como la que se aplica desde este mes en Copenhague, donde con el respaldo del Gobierno danés ya se prohíbe a los ciudadanos con antecedentes penales que se acerquen a las zonas de ocio nocturno. Medidas imaginativas, posibilistas, pero por encima de todos, visibles.

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