La nota

Aragonès se planta

JxCat ha intentado boicotear la reunión de la mesa de negociación eligiendo a delegados que, contra la voluntad del 'president', no eran 'consellers'

Pere Aragonès, en su comparecencia en la Generalitat

Pere Aragonès, en su comparecencia en la Generalitat / FERRAN NADEU

Joan Tapia

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Ayer decía que la mesa de negociación entre el Gobierno catalán y el español, fruto del pacto que facilitó la investidura de Pedro Sánchez tras las últimas legislativas (ERC se abstuvo), iba a topar con muchos obstáculos. Y el primero no sería el principal -la difícil aproximación entre secesionismo y constitucionalismo- sino las crecientes divergencias dentro del independentismo que se han vuelto a poner de relieve el 11-S.

ERC cree que la mesa de negociación y diálogo es, de entrada, un activo. Es el reconocimiento tácito del Gobierno español de que hay un conflicto político en Catalunya. Y la actitud del secesionismo en la mesa puede ser una buena tarjeta de visita, distinta al rupturismo del 2017, ante las democracias europeas. Solo a través de la negociación, y de la obtención de mayorías más cualificadas -viene a decir ERC- el independentismo será escuchado en Europa. Y podría añadir que esa es la razón por la que la derecha española se revuelve contra la mesa y contra Pedro Sánchez. 

Por su parte, el PSOE y el PSC creen que solo desde la legalidad, pero dialogando y poniendo de relieve las aspiraciones de una Catalunya no separatista, tan importante como la otra, el independentismo puede dejar de erigirse en un permanente foco de conflicto, admitir la realidad y progresivamente asumir el Estado de Derecho. Pedro Sánchez explicó su estrategia el martes en TVE: hablemos, primero, de los asuntos en los que pueda haber acuerdo. 

Claro, entre Aragonès -amnistía y referéndum- y Sánchez -todo dentro de la Constitución- el diálogo solo puede ser áspero. Quizás rudo. Pero siempre mejor que el choque esterilizante de los últimos años. 

Pero la primera crisis de la mesa que se reunirá hoy en Barcelona ha estallado dentro del independentismo. JxCat nunca ha escondido que la tragó porque fue una condición de ERC para el Gobierno de coalición, pero que no cree que conduzca a nada y que es inconveniente porque desinfla la movilización independentista. Lo repite siempre Laura Borràs. Y esta actitud se vio reforzada el 11-S por el maximalismo de una ANC que, aunque con evidente menos fuerza, exigió a Aragonès que declare ya la independencia.

Ese era el marco conocido y esperado. La sorpresa es que JxCat ha intentado boicotear de entrada la primera reunión de la mesa. Por eso comunicó -sin acuerdo previo y minutos antes de que el Govern se reuniese- que sus delegados en la mesa serían el vicepresidente Puigneró, el secretario general de JxCat, Jordi Sànchez, el antiguo 'conseller' Jordi Turull y la diputada puigdemontista Míriam Nogueras. Era ignorar la voluntad de Aragonès que quería -para dar relevancia a la mesa- que estuviera integrada solo por miembros de los dos ejecutivos. Además, Jordi Sànchez y Jordi Turull, indultados tras la condena del Supremo, eran un problema adicional porque ERC ya había renunciado a la presencia de Oriol Junqueras. El objetivo era claro: enredar y poner obstáculos. 

Tras unos momentos de crisis, Aragonès se plantó y compareció. La delegación catalana en la mesa estará formada solo por los tres miembros elegidos por ERC. JxCat podrá designar otros tres, pero solo si son 'consellers'. Aragonès ha dado un golpe de autoridad. Hay que ver ahora cómo reacciona JxCat y los efectos sobre un Gobierno de coalición ya poco cohesionado.

Habrá que ver también si Sánchez y Aragonès insuflan vida a una mesa que, sin toneladas de pragmatismo, puede acabar en algo tan estéril como la cuadratura del círculo. La mesa ya es una realidad. ¿Progresará adecuadamente?

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