Pros y contras

La trayectoria de Biel: oficio y desasosiego

Biel Mesquida es uno de los grandes, por su obra pero también por una personalidad oceánica, que abarca la exuberancia y la efervescencia, la exigencia y la lucha cultural

biel mesquida

biel mesquida / CARLOS MONTAÑÉS

Josep Maria Fonalleras

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Este miércoles, en La Setmana del Llibre, Biel Mesquida recibirá el premio Trajectòria de la Associació d'Editors en Llengua Catalana. Pocos escritores lo merecen tanto como él, porque si algo tiene Biel Mesquida (¡y tiene muchas otras cosas!) es trayectoria, perseverancia, el instinto casi atávico de picar piedra, de no desfallecer, de escribir con rigor y pasión, desasosiego y oficio. Biel Mesquida es uno de los grandes. Lo es por su obra -desde aquel mítico L’adolescent de sal hasta el reciente Carpe Momentum-, pero también por una personalidad oceánica (que abarca la exuberancia y la efervescencia, la exigencia y la lucha cultural, que es festiva y también reflexiva), una telaraña -la conversación, la sabiduría, el humor- que te engulle y te paraliza. Y mejor dejar que pase eso, porque es en este sentirte atrapado donde Mesquida ejerce la maestría, un factótum, un hombre orquesta. Un océano.

Biel Mesquida no escribe poesía. La vive con la intensidad de quien es consciente de una responsabilidad casi sacerdotal. Delicada y persistente ocupación manual que modela las palabras. Él lo dice así: "Dejar mis huellas en el cuerpo de la lengua, como un artesano del barro crea el vaso con sus manos".

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