Opinión | LIBERTAD CONDICIONAL

Lucía Etxebarria

El discurso del odio, el poder de las redes

Foto Etxebarria

Foto Etxebarria / Netflix

La semana pasada, en el canal de Gabriel Rufián, una entrevistada dijo que a los votantes de Vox había que "matarlos". No sucedió en directo. El vídeo fue montado, editado y aprobado por un parlamentario que cobra 85.000 euros al año, pagados con nuestros impuestos.

Poco después, dos chicas contaron en redes que las habían expulsado de un pub por besarse en público. El pub difundió imágenes de las cámaras de seguridad (infringiendo la ley de protección de datos), pero ofreciendo solo extractos de una secuencia que duró tres horas y alterando, pues, el relato. Cuando yo hice notar que esa difusión suponía, presuntamente, la comisión de un delito, empecé a recibir un aluvión de aterradores mensajes amenazantes.

Esta semana se ha instrumentalizado una sola agresión homófoba –que para colmo resultó ser una denuncia falsa– para hacer creer que España es un país inseguro para la población LGTB. Y se convoca una manifestación. No se contrasta esa agresión con el hecho de que en España se denuncian cinco –cinco– violaciones diarias a mujeres. Y que cada año hay unas 45 violaciones en manada a mujeres.

Se omite que España es el sexto país más seguro para la población LGTB, entre los 46 de Europa, según el informe ILGA de 2021.

¿No les suena esto a manipulación?

En Birmania, el Ejército creó cientos de miles de cuentas falsas en Facebook, convirtiendo así a la red social en una herramienta para llevar a cabo una limpieza étnica contra los rohingyas. El genocidio rohingya se saldó con 25.000 asesinados. Los supervivientes protagonizaron la migración masiva más grande de la historia reciente.

En Estados Unidos existen sospechas más que fundadas de que la victoria de Trump se debió a una operación parecida. Desde cuentas falsas en redes se difundió un discurso de odio para manipular votantes. 

Cuando normalizamos que una chica salga en un programa auspiciado y editado por un parlamentario diciendo que está bien "matar" a quienes no piensan como ella, cuando normalizamos que basta con que te etiqueten desde la extrema derecha de 'feminazi' y desde la extrema izquierda de 'terf' para que te conviertas en un blanco andante, legitimamos la cultura del odio, la polarización y el extremismo.

"El odio no acaba con el odio. Solo el amor y la sensatez lo consiguen"

En el documental 'The Social Dilemma' ('El dilema de las redes sociales'), extrabajadores de redes como Instagram, Pinterest y Facebook relatan cómo habían diseñado estas redes para ser altamente adictivas y cómo, sin darse cuenta, habían creado un instrumento difusor de odio capaz de incitar a un genocidio y de alterar el curso de unas elecciones.  

Yo ya había estudiado sobre programas de 'refuerzo intermitente' y creación de burbujas ideológicas en la carrera de Psicología. Pero es muy distinto estudiarlo sobre un manual a que los padres de Frankenstein te expliquen cómo dieron vida al monstruo.

Durante el franquismo, mi padre militó en Izquierda Democrática y mi hermana en la Liga Comunista Revolucionaria. Tuvimos el teléfono pinchado durante años. ¿Cómo es posible que entonces tuviera menos miedo y me sintiera menos amenazada que ahora? ¿Son las redes?

En este clima de crispación, deberíamos recordar que la paz social y el consenso son bienes frágiles y vulnerables que debemos proteger. Y que, como dijo Martin Luther King, la oscuridad no te saca de un túnel, solo la luz puede hacerlo. 

Por eso el odio no acaba con el odio. 

Solo el amor y la sensatez lo consiguen.

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