Sin consecuencias

Una Diada descafeinada

La fiesta nacional catalana tuvo una participación digna pero muy inferior a la de los últimos años y no podrá ser utilizada como prueba de unidad del mundo independentista ni de respeto a quien defiende la independencia

Manifestación diada 11S

Manifestación diada 11S / FERRAN NADEU

Eulàlia Vintró

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La Diada del 11 de septiembre de 2021 no pasará a la historia como si hubiera representado un acontecimiento extraordinario dentro del marco de la política catalana. De hecho ni los diversos medios de comunicación le han otorgado el protagonismo y la propaganda que eran habituales en las últimas convocatorias, con la excepción del año pasado por culpa de la pandemia. Y, al parecer, las entidades organizadoras tampoco lo pretendían ya que temían una participación inferior a la que realmente se produjo.

La actualidad reflejada en los medios de forma insistente, dejando de lado la política internacional y Afganistán, se ha centrado en el escandaloso e incomprensible incremento del precio de la luz y en el proyecto de Aena para ampliar el aeropuerto del Prat con una inversión de 1700 millones de euros. Vale la pena recordar que, una vez aprobado por el gobierno central y acordado con el gobierno catalán a primeros de agosto, ha generado a lo largo del verano un importante debate y un elevado grado de discrepancias por motivos ecológicos y de modelo socioeconómico catalán de futuro. Finalmente la convocatoria de una manifestación contra la actual propuesta para el 19 de septiembre, el anuncio que ERC asistirá y un mensaje del 'president' Aragonès priorizando el medio ambiente han ocasionado la negativa de los promotores a continuar con el proyecto y la indignación del sector empresarial.

Al mismo tiempo continúan las discrepancias entre los dos partidos del gobierno catalán y de poco ha servido la jornada de trabajo conjunto de todos sus miembros para preparar el nuevo curso político y rebajar el tono y el contenido de las respectivas posiciones. Desde cómo ven ERC y Junts la ampliación del aeropuerto o cómo valoran la mesa de diálogo, ahora de negociación, con el Gobierno central es evidente y preocupante que las distancias en lugar de disminuir siguen creciendo y que la demanda de unidad política que formula la sociedad cada vez es menos viable. Tampoco se puede apreciar una buena sintonía entre el gobierno y la CUP con respecto a las dos acciones políticas mencionadas.

Y si estas acciones no fueran suficientes el presidente de la Generalitat ha tenido que convivir con la confrontación directa que la presidenta del Parlament ha provocado no ya con el otorgamiento unilateral de la medalla de oro de la institución a miles de personas supuestamente reprimidas sino con la acusación directa de ser él un represor por no retirar acusaciones contra quien cometió delitos. Tal vez criticar este comportamiento contribuya a hacerla más protagonista, pero no hacerlo nos lleva a un descrédito más grande de la segunda institución del país.

Así pues, la convocatoria de la manifestación de la Diada se ha encontrado en medio de un ambiente internacional, estatal y catalán bastante grave, complejo y preocupante. Nadie se atrevía a decir cómo iría y hay que afirmar que la asistencia ha sido significativa, que su desarrollo, salvo las agresiones de un reducido grupo de jóvenes encapuchados en la puerta de la sede de la policía nacional, ha sido correcto y que los discursos no han aportado ninguna novedad. Si Cuixart dice que lo volverán a hacer, si Paluzie exige al 'president' que haga la independencia y si los independentistas tienen que luchar y ganarla, es obvio que la aspiración del presidente de poder poner sobre la mesa de diálogo la unidad independentista reflejada en una manifestación grandiosa no solo ha quedado frustrada sino que incluso él y otros miembros de ERC recibieron algún silbido y algún insulto.

Sí, la Diada obtuvo una participación digna pero muy inferior a la de los últimos años y no podrá ser utilizada como prueba de unidad del mundo independentista ni de respeto a quien defiende la independencia. Más allá de las cifras electorales que cada opción política valora según le conviene, la división de la sociedad catalana es un hecho real y el sector no independentista tiene la sensación de que hace unos diez años que los diversos gobiernos de la Generalitat solo actúan en beneficio del otro sector.

El partido ganador de las últimas elecciones y que ocupa la Presidencia de la Generalitat afirma y reitera que quiere gobernar para toda la ciudadanía y concentrarse en sus demandas y necesidades. Esperemos que lo haga. La Diada no tendrá grandes consecuencias. La mesa de diálogo y la acción política para todos sí deberían tenerlas.

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