La muerte de Olatz: cuando nos dicen locas en la consulta médica
Olatz no solo fue víctima de una pandemia o de la saturación sanitaria, también del machismo enraizado que “diagnostica” basándose en estereotipos de género
Ana Bernal-Triviño
Profesora de la UOC y periodista.
Las mujeres, a lo largo de la historia, desde la antigüedad clásica (léase a Platón), han sido calificadas de histéricas o locas cada vez que han roto el silencio o han denunciado su opresión. No es de extrañar que, como el machismo es cultura, esa idea esté tan calada en la sociedad que salte como respuesta automática en muchas ocasiones, con el fin de desacreditar y de no asumir responsabilidades. Por lo tanto, no es raro tampoco que esa sea la respuesta que nos encontramos cuando, en ocasiones, hemos llegado a una consulta médica. Y es ahí lo delicado: cuando esos prejuicios y estereotipos se usan para "diagnosticar".
La muerte de Olatz me dolió profundamente, como a otras muchas personas. Para quienes no la conocieran, ella era una periodista que narró en sus redes sociales el día a día de su cáncer gástrico, detectado tras el confinamiento. Sí. Olatz ha muerto, entre otras cosas, porque la covid provocó un retraso en una prueba que era crucial. Como ella, otras personas vieron cómo consultas importantes y vitales se retrasaban porque la covid era prioritaria. Todas las demás enfermedades parecían pasar a segundo plano. Pero mucho antes, Olatz estuvo deambulando de consulta en consulta sin ser tomada en serio.
En el diario El Salto, ella recordaba dos razones de su diagnóstico tardío: “ser joven y ser mujer.” Pero mencionaba un paso más allá. Olatz lo calificaba como “paternalismo machista”, porque la respuesta de los médicos ante sus dolores solía ser “porque era una histérica, una dramática o estaba exagerando. Que si el estrés. Que si eran los ovarios o las hormonas. Yo no soy gilipollas: sé diferenciar entre un dolor de estómago de un dolor menstrual”, comentaba.
Ella narraba cómo muchas otras mujeres habían pasado por lo mismo. Creo que muchas levantamos la mano si nos preguntaran cuántas hemos sido tratadas con ese desdén. Sin humanidad ni interés por examinarte o en preguntarte por otros síntomas. Ese menosprecio de “diagnosticarnos” solo por ver que somos mujeres: que si la regla, que si las hormonas, que si el estrés y ese “ya te digo que no tienes nada”. Que estamos mal de la cabeza, que nos lo inventamos y poco más.
Cuando rompemos el silencio sobre las ocasiones en las que nos han tratado mal en nuestras visitas médicas, abrimos una puerta que en muchas ocasiones se quiere mantener cerrada. Las mujeres, como en tantas otras cuestiones, hemos estado relegadas u olvidadas en la ciencia médica. Se han establecido pautas y protocolos sobre enfermedades sin tener en cuenta las diferencias biológicas (por ejemplo, en los infartos de miocardio). Se han creado medicamentos en varias ocasiones sin tomar en consideración la diferencia entre sexos, porque no contamos.
Solo hemos tenido que verlo en esta pandemia. La mayoría de pacientes con covid persistente son mujeres. A muchas, en la primera ola, le decían que no entendían que estuvieran así pasada la enfermedad. Les indicaban cientos de excusas. Ahora, con las vacunas. Entre nosotras hemos hecho una red de mujeres que hemos compartido las alteraciones en nuestra regla a raíz de la vacunación contra la covid. Pero sé que a las primeras mujeres que recibieron la vacuna y manifestaban esos síntomas, se ponía en cuarentena que realmente sus reglas desaparecieran o que sus ciclos menstruales se cambiaban. La duda sobre lo que decimos que nos ocurre siempre por delante.
Como bien recordaba Carme Valls, “un 85% de los psicofármacos -antidepresivos y ansiolíticos- se venden a mujeres, frente a un 15% que se venden a los hombres en las farmacias”. Y eso no es casualidad. No es que las mujeres tengan más síntomas de ansiedad o depresión, sino que muchas son diagnosticadas de ello por no averiguar realmente qué les ocurre.
Es fundamental que, de una vez por todas, la ciencia se tome en serio no solo hacer estudios segregados por sexos porque el componente biológico es fundamental para establecer pautas, sino que el trato cambie. Olatz no solo fue víctima de una pandemia o de la saturación sanitaria, también del machismo enraizado que “diagnostica” solo con la mirada sobre nosotras. Diagnósticos basados en estereotipos de género que terminan poniendo en juego nuestras propias vidas.
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