ANÁLISIS
El espejismo de Haaland
Sònia Gelmà
Periodista
Desde que el Barça cerró el mercado con la cesión de Griezmann, los dirigentes azulgranas se han encargado de comunicar por diferentes vías las bondades de la operación. Las cifras del salario del francés, reveladas por el diario Sport, han eliminado cualquier atisbo de duda. Pero no era necesario, el jugador nunca fue popular y la discordancia entre su rendimiento y las expectativas ya justificaban su marcha. De hecho, ya querrían los actuales mandatarios que el de Griezmann fuera el único contrato sobredimensionado por la anterior directiva.
Acabado el verano, podemos concluir que los números se han impuesto a los sueños y que los ejecutivos han arrasado las ilusiones presidenciales
La victoria electoral de Laporta insufló esperanza a un entorno barcelonista deprimido. Basó su argumentario en un acto de fe: si lo había hecho una vez, lo podía volver a repetir. Si Ancelotti tuviera que definirle, diría que Laporta es un presidente optimista, que confía en su intuición para anticiparse, pero al que de vez en cuando le cogen la espalda. Y aunque el partido no se ha acabado, lo que el presidente no imaginaba es que encajaría goles tan dolorosos antes de imaginar la remontada.
Messi, primer baño de realismo
Acabado el verano, podemos concluir que los números se han impuesto a los sueños y que los ejecutivos han arrasado las ilusiones presidenciales. El primer baño de realismo fue la renuncia a Leo Messi. Esa decisión nos descubrió que no había conejos en la chistera y que esto iba en serio. La salida de Griezmann, perversamente combinada con el modesto fichaje del suplente del suplente del Sevilla, nos envió el mensaje definitivo, claro y contundente. Lo deportivo no podía ser prioritario porque estaba en juego la supervivencia económica del club.
Lejos queda aquella reunión de Laporta con el representante de Haaland o aquellos flirteos con el entorno de Neymar por si fuera posible el regreso. El Barça sencillamente no podía ni plantearse acceder a operaciones de esa magnitud. Y así está el Barça, un club que no se puede permitir al original y se conforma con un sucedáneo, el “Haaland tulipán”, como diría el presidente en círculos íntimos.
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