Más allá del hiyab

Como una consecuencia más del desastre de Afganistán, el debate sobre el velo islámico está de nuevo sobre la mesa. Para algunos, el hiyab solo es la antesala del burka. El trozo de tela que representa la sumisión de la mujer. Son muchas las jóvenes que se ven obligadas a cubrir sus cabezas por la presión familiar y social, pero también las hay que recurren a él como símbolo de identidad o de reivindicación. También como refugio. Cuando no hay lugares seguros, los símbolos religiosos ofrecen una sensación de protección. 

Prohibir su uso, como algunas voces reclaman, no conllevaría la victoria ideológica, más bien provocaría el efecto contrario. Quizá el debate debe escapar de las hebras del hiyab y centrarse en la capacidad de decisión. ¿Ofrecemos a las jóvenes de familias migrantes las herramientas para su independencia? ¿Aseguramos su acceso a la educación, protección frente a las presiones familiares, redes de amparo y apoyo en su acceso al mundo laboral? ¿Somos una sociedad suficientemente libre de discriminación, de racismo, para ofrecer igualdad de oportunidades? Sin independencia económica no hay libertad. Con o sin velo, al patriarcado no se le puede vencer desde la debilidad. 

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