Apunte

El problema del fin de los peajes

Se plantea introducir nuevos peajes directos; establecer un gravamen; o bien liberar al usuario, corriendo el gasto a cuenta de los presupuestos. Una opción, ésta última, que considero la más conveniente

Este es el momento en que se han levantado las barreras de los peajes en la AP-7 y la C-33

Este es el momento en que se han levantado las barreras de los peajes en la AP-7 y la C-33 / ZML

Jordi Alberich

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La finalización de las concesiones en diversos tramos de autopista, ha dejado a Catalunya sin prácticamente peajes. Así, por fin, se hace realidad una vieja aspiración que, sin embargo, va camino de convertirse en un dolor de cabeza para nuestros gobernantes, enfrentados a definir cómo hacer frente a la conservación de dichas infraestructuras. Dos son las razones que alimentan esta desorientación.

De una parte, la fragilidad de nuestras cuentas públicas, que presentan unos desequilibrios preocupantes y difíciles de reconducir. Por ello, cualquier mayor gasto, especialmente si es de carácter estructural, resulta difícil de asumir. De otra, el encontrarnos ante un caso paradigmático de cómo financiar los servicios públicos. Uno de los grandes debates ideológicos de nuestros tiempos que, en este caso, se orienta a decidir quién asume los costes de mantenimiento, una vez ya amortizada la gran inversión. Así, se plantea el introducir nuevos peajes directos, aún de monto muy inferior; establecer un gravamen o viñeta; o bien liberar completamente al usuario, corriendo el gasto a cuenta de los presupuestos generales. Una opción, ésta última, que considero la más conveniente.

En su contra se argumenta que discrimina a favor del automovilista y no desincentiva el uso del vehículo privado. Pero no es así, pues las infraestructuras viarias son de interés general, al favorecer a quienes circulan por ellas pero, también, a toda la ciudadanía que, indirectamente, percibe los beneficios de una mayor ir y venir de turistas y transportistas. Acerca del desincentivo, el coste de los vehículos y el combustible resultan de por sí ya muy disuasorios. Además, en estos tiempos de fractura social, deberíamos proponernos la provisión universal y gratuita de algunos servicios públicos, de manera que todos los ciudadanos fuéramos iguales en el acceso a ciertos bienes básicos. Lo que no sucede en educación, sanidad o seguridad, podría darse en las autopistas, tras años de peajes discriminatorios.

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