Incivismo

Botellones, restricciones y salud pública

El botellón es un problema de orden público y está claro que no se puede combatir por medio de restricciones de derechos y también que hacen falta recursos para hacer cumplir las leyes

Astrid Barrio

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Poco antes de Sant Joan Catalunya reabría los locales de ocio nocturno, tras casi un año de cierre. La desescalada permitía el acceso a los locales hasta las 3:30 de la madrugada, con pistas de baile y sin necesidad de mantener las distancias de seguridad, eso sí con una restricción del aforo interior del 50 por ciento, sin posibilidad de consumir mientras se bailaba y con uso de mascarillas. Ante el fuerte ascenso de los casos de covid detectados días después de la verbena, especialmente entre los jóvenes, lo que hacía presagiar el inicio de la quinta oleada del virus, la Generalitat decretó nuevamente el cierre de los locales a los que se consideró directamente responsables del incremento de los contagios. Ante la imposibilidad de disfrutar de un ocio legal y controlado muchos, en especial los más jóvenes, optaron por la celebración de botellones una modalidad de ocio ilegal, puesto que está prohibido consumir alcohol en la vía pública, y que ante la impotencia de las autoridades acaba siendo descontrolado. Entonces, el problema sanitario pasaba a convertirse en un problema de orden público, puesto que la policía tenía que multiplicar sus esfuerzos, en muchos casos infructuosamente, para hacer cumplir las restricciones. 

Amparándose en el incremento de los casos el Govern decidió aplicar limitaciones a la movilidad nocturna, o lo que es lo mismo, el toque de queda desde la 1 de la madrugada hasta las 6 de la mañana en aquellos municipios que superasen un determinado índice de propagación del virus, que primero se cifró en los 400 casos por 100.000 habitantes, después en 250 y más adelante en 125. Hasta que el TSJC dijo no. No porque consideraba que el Govern no justificaba suficientemente la restricción de derechos. Ante el constante descenso de los umbrales en el riesgo de transmisión fijado para decretar el confinamiento nocturno el tribunal interpretó que el Govern, en realidad, no estaba tratando de solventar un problema de salud pública sino más bien tratando de contener un problema de seguridad y de orden público por lo que la limitación de la movilidad nocturna, una medida que supone una restricción de derechos y libertades fundamentales, no estaba justificada. Y ante la negativa, el Ejecutivo optó por levantar las restricciones en todo el territorio catalán y desde entonces el ocio nocturno ilegal y descontrolado no ha dejado de aumentar. Ante el cierre de los locales a las 0:30 la fiesta se ha trasladado a las playas del litoral catalán y multitudinarios botellones han tenido lugar en todas las fiestas mayores de pueblos y de ciudades, prolongándose hasta altas horas de la madrugada y provocando unos altercados cada vez más violentos con una policía desbordada por la situación y alentando las quejas de los vecinos por las elevadas dosis de incivismo exhibidas por muchos de los juerguistas. 

Las reacciones no se han hecho esperar. Algunos piden más mano dura ante las infracciones y más recursos para que la policía que ha disolver eficientemente los botellones. Es decir, más multas y más efectivos. Otros, en cambio, apuestan por la reapertura de los locales de ocio, asumiendo que los botellones son una consecuencia de la pandemia porque no existen más opciones para divertirse por la noche. Sin embargo, los botellones ni vinieron con la pandemia ni se irán con ella, son una modalidad de ocio barata y no está nada claro que todos los que ahora hacen botellón estén dispuestos o pueden a asumir el superior coste económico que supone ir de copas convencionales, porque incluso algunos de los que acuden a los locales de ocio lo compaginan con el autoconsumo de alcohol previo en la zona de aparcamiento, el 'parkineo'.  

Está claro que, a día de hoy, el botellón es un problema de orden público y que no se puede combatir, con la excusa de la pandemia, por medio de restricciones de derechos. Y también que hacen falta recursos para hacer cumplir las leyes. Lo que no está claro es que el botellón sea coyuntural por lo que, a la larga, este modelo de ocio vinculado al consumo masivo de alcohol en el que se están iniciando muchos adolescentes y jóvenes ante la ausencia de alternativas sí acabará siendo un grave problema de salud pública. 

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