Civismo

Ya no queda toque de queda

Me parece una práctica muy peligrosa para frenar el incivismo. Algo que te priva de la libertad de una forma tan bestia no puede ser la solución para nada

Una fiesta en las calles del barrio de Gracia de Barcelona

Una fiesta en las calles del barrio de Gracia de Barcelona / R.E. MADRID| Quique Garcia

Imma Sust

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Dejando aparte que llevamos más de un año sin salir a bailar o sin ligar de forma terrenal, creo que no me quedo sola si digo que se me está empezando a acabar la paciencia. Con este debate sobre si el “no toque de queda” aumenta los contagios, me siento como aquella adolescente a la que no la dejan salir de noche por si acaso. La vida está llena de peligros, esto es cierto, pero no por eso vamos a dejar de vivirla. Me parece una práctica muy peligrosa la de poner el toque de queda para frenar el incivismo. Yo entiendo que es muy cómodo. Todos en casa y aquí seguro que no pasa nada. Si vamos todos andando, seguro que tampoco atropellamos a nadie con el coche. No es la solución. En un país democrático, algo que te priva de la libertad de una forma tan bestia no puede ser la solución para nada. Y aplicar el toque de queda por una cuestión de orden público es una barbaridad.

Creo que el día en que nos encerraron a todos y nadie rechistó mandamos una señal muy peligrosa a nuestros dirigentes. Estoy convencida de que, si volviera a pasar ahora, habría una revolución. El comodín está gastado de por vida. Y en el presente en el que nos encontramos, en el que estamos casi todos vacunados, no tenemos discotecas, pero tenemos terrazas llenas de gente. Tenemos la obligación moral de consumir y ayudar a todos los restauradores que se han salvado. Pero si nos lo cierran todo no nos queda otra que sentarnos en un banco a tomar una cervecita con nuestras amigas. Otra solución podría ser, aparte de multar a los jóvenes que beben en la calle, controlar a los lateros (y hablo en masculino porque jamás he visto a una mujer vendiendo cerveza) que salen a la caza con el cierre de los bares. Hace mucho calor, tenemos ganas de comunicarnos de forma física y, sinceramente, nos sale más a cuenta una cerveza en un banco de la calle que encerrarnos en casa con el precio de la luz por las nubes y el aire acondicionado a tope. ¿Basta ya, no?

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