Geoestrategas de cubata
No eran la ocupación o una abrumadora presencia militar lo que mantenía en pie la apariencia del Estado afgano, lo sostenía más bien la expectativa de que los aliados decidieran permanecer
Antón Losada
Profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Santiago de Compostela
Antón Losada
Casi nadie asumió la impopularidad de decir una palabra en contra mientras Joe Biden aceleraba la popular decisión de abandonar Afganistán. En realidad, EEUU ya se estaba yendo hace tiempo. Cuando Donald Trump deja el poder apenas quedaban dos mil soldados norteamericanos. Su administración había sacado de la cárcel en Pakistán a Abdul Ghani Baradar, el líder talibán, para firmar un acuerdo donde le entregaba llave en mano el país, a cambio de comprometerse a dejar los intereses norteamericanos en paz.
No eran la ocupación o una abrumadora presencia miliar lo que mantenía en pie la apariencia del Estado afgano, construida sobre millones de dólares transferidos a los mismos señores de la guerra que exprimen al país desde hace cuarenta años. Lo sostenía más bien la expectativa de que los aliados decidieran permanecer. Al presidente Biden puede imputársele haber dilapidado esa ventaja con una salida tan acelerada como altiva; no el fracaso de veinte años de ocupación y billones de dólares malgastados en impedir que pasara exactamente lo que está sucediendo; aunque muy útiles para institucionalizar la corrupción local como forma de gobierno y mejorar las cuentas de la industria militar.
El brutal e injustificable atentado del 11-S representó, a la vez, el fracaso de las tesis del gendarme mundial impulsadas por las administraciones de los Bush y su paroxismo. Como acostumbra a hacer el pensamiento conservador, cuando su teoría falla es la realidad quien se equivoca y la respuesta debe consistir en más de la misma teoría. Si la desregulación salvaje llevó a la Gran Recesión fue porque no se hizo de manera suficientemente salvaje. Si EEUU sufrió un ataque demoledor en territorio propio se debió a la debilidad del gendarme para mantener el orden por todos los medios necesarios.
Inquieta averiguar cómo España se ha llenado aún con mayor facilidad de geoestrategas de taberna que resuelven lo de Afganistán y ponen en su sitio a los talibanes con un par de tuits
Sin pretender simplificar una realidad cruelmente compleja, que necesita mayor conocimiento y humildad, de la cual tenemos una mínima parte de la información necesaria para entenderla, no parece muy errado pensar que, en Afganistán, puede estarse repitiendo el fracaso conocido de una estrategia de relación con los países árabes pensada desde la arrogancia occidental, desde el desprecio al conocimiento y los valores de las sociedades a las que pretende liberar en nombre de su supuesta superioridad moral, e implementada a través de regímenes tan amigos como corruptos, a los cuales se arma y financia sin hacer preguntas a cambio de una falsa percepción de orden y control. Recuerden la primavera árabe y cuando en Occidente decidimos que no estaban preparados para la democracia, no podíamos correr el riesgo de que votasen mal y parecía más seguro volver a apostar por los mismos regímenes podridos que llevamos décadas financiando.
Casi tan ilustrativo como preguntarse por qué ni quienes ahora afirman que lo veían venir realmente vieron venir el relámpago talibán, puede resultar plantearse cómo es posible que la derrota de veinte años de ocupación billonaria quiera presentarse como responsabilidad del presidente que siempre se opuso a la invasión y todos cuantos la criticamos entonces, los progres buenistas del mundo y, por supuesto, las feministas y el feminismo en general.
Igual que intriga saber cómo el mundo se ha llenado con semejante facilidad de geoestrategas que ya sabían que el país, el Gobierno y el ejército eran fruta madura para un poder talibán tan invencible como discreto durante estos últimos años, inquieta averiguar cómo España se ha llenado aún con mayor facilidad de geoestrategas de cubata que resuelven lo de Afganistán y ponen en su sitio a los talibanes con un par de tuits. En esta geoestrategia de taberna, a la mujer afgana la condenan las feministas españolas porque no está subvencionado defenderlas, al personal local lo deja en la estacada Pedro Sánchez por no quitarse las alpargatas y abandonar a los afganos es cosa de Biden y los progres cobardes que habitan el mundo y España; en cambio, avisar al Gobierno rojosatánico de que ni se le ocurra traer afganos aquí se reivindica como la acción heroica de los verdadero patriotas; siempre dispuestos a que los demás vayan a darlo todo donde haga falta en defensa de la cristiandad.
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