ANÁLISIS

Yo no me paso al PSG

Messi, junto a los nuevos fichajes del PSG.

Messi, junto a los nuevos fichajes del PSG.

Antonio Bigatá

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Continuaré amando a Messi, miraré todos los partidos suyos que pueda, nunca olvidaré lo que le he visto hacer con el balón en los pies o con su colocación y movimientos sobre el césped, pero aunque soy futbolísticamente promiscuo no le acompaño al PSG, ese club abusón y exagerado al que no le deseo éxitos. Desde mi punto de vista ha roto todas las reglas del fair play financiero y amenaza con llevarnos hacia una desnaturalización de mi espectáculo favorito.

Me hace ilusión esperar a que crezca –ganando mientras tanto, por supuesto— lo que están tramando Koeman, Memphis, Griezmann, Piqué, De Jong y los nuevos niños; o como sufre ininterrumpidamente el Elche intentando combinar y no bajar; o continuar con mi identificación con las cosas que intenta Guardiola en esa prolongación nuestra que se llama City después de haber contribuido a darle la vuelta como un calcetín a la Premier; o paladear la movilidad maravillosa del Liverpool y la esencia de equipo solidario que sostiene al Chelsea… 

Me caben todos esos y más en la cabeza y el corazón, pero el PSG siempre me quedará fuera, casi a la misma distancia del Real Madrid. Y no por despecho. Cuando era un colegial gordito, esclavo de los cromos y de los partidos radiados los domingos por la tarde sabía que nunca sería Kubala y ni siquiera podía imaginar que después llegaría a tener como propios a Cruyff, Maradona, Ronaldinho o Messi.

Aberraciones

El Madrid también abusaba de los demás durante mi niñez y Bernabéu era un simple adelanto sargentero del jeque depredador que ahora quiere que su club sea la selección mundial aunque se desequilibre todo, empezando por la equidad en las competiciones, las contrataciones y la posibilidad de competir entre esfuerzos y calidades homologables. Y llevando a aberraciones como impulsar la camaradería mercenaria entre la antideportividad esencial de Sergio Ramos, la magia alegre y descarada de Neymar así como el fútbol divino de Messi.

No sé qué pasará con Mbappé, que siempre me ha caído mejor como caballo salvaje de grandes recursos que como tipo al que querer en mi equipo. Hace juego con el eterno blanqueamiento de cosas oscuras de Florentino, su palco y su representar lo que representa. Y respecto al jeque parisino oigo decir que tal vez, como remate de su gran agresión, puede acabar llevando también a su pesebre a lo que queda de Cristiano Ronaldo. No lloraré por las víctimas como Di María. No sé si quedará un hueco para que brille el excelente Verratti. Pero mi veto al PSG es a la totalidad: salvo que se lesione Messi, desde la Liga francesa y las competiciones europeas pueden ir dándole por todos los resquicios, tibias y agujeros que le encuentren.

Placeres y sufrimientos

Este año aunque caigan piedras y se abran grietas en el problemático Estadi yo seguiré esperando el momento de Ansu Fati y lo que pueda ligar con Pedri, mientras los chicos un poco más mayores van reconstruyendo desde un alto nivel nuestra vieja historia de placeres y sufrimientos entrelazados.

Me gustan muy poco las cosas que se han hecho desde el club en los últimos tiempos pero tal vez era mucho pedir que me gustasen más que las de mi propio país en general, las de sus –teóricamente—líderes, o las del mundo que se nos desgrana por la insensibilidad y la codicia de los poderosos que no usan botas. Pero siempre compatibilizaré la pasión del fútbol, sentirlo propio y vivirlo desde los demás equipos que me complacen, así como de mantener las distancias con lo que en ese terreno representa el club de París.